"Entre Cielo y Tierra"

Was der Alten Gesang von Kindern Gottes geweissagt,
Siehe! wir sind es, wir; Frucht von Hesperien ists!
Wunderbar und genau ists als an Menschen erfüllet,
Glaube, wer es geprüft! aber so vieles geschieht,
Keines wirket, denn wir sind herzlos, Schatten, bis unser
Vater Aether erkannt jeden und allen gehört.
Aber indessen kommt als Fakelschwinger des Höchsten
Sohn, der Syrier, unter die Schatten herab.
Seelige Weise sehns; ein Lächeln aus der gefangnen
Seele leuchtet, dem Licht thauet ihr Auge noch auf.
Sanfter träumet und schläft in Armen der Erde der Titan,
Selbst der neidische, selbst Cerberus trinket und schläft
.

Hölderlin, Brot und Wein



("Lo que el canto de los antepasados predijo de los hijos del Dios,
¡Mira! Nosotros somos, nosotros; ¡es fruto de las Hespérides!
Maravillosa y exactamente se ha cumplido en los hombres,
¡Crea el que lo haya comprobado! Pero tantas cosas suceden,
Ninguna produce efecto, pues somos sin corazón, sombras, hasta que nuestro
Padre Éter haya sido reconocido por cada uno de nosotros y escuchado por todos.
Pero entre tanto viene blandiendo la antorcha del Altísimo
El Hijo, el Sirio, que desciende a las sombras.
Los bienaventurados lo ven; una sonrisa brilla desde la encarcelada
Alma, su ojo se abre todavía a la luz.
Serenamente sueña y duerme en los brazos de la tierra el Titán,
Aún el envidioso, aún Cerbero bebe y duerme.")




Este blog se concibe con el fin de promover un espacio de diálogo y encuentro, más allá, y con independencia, de opciones ideológicas, religiosas o políticas, siempre que éstas no se dirigan expresamente a la destrucción, la de-valuación sistemática o la indignificación de la persona humana.







El objetivo es manifestar, crítica y/o apologéticamente, criterios, ideas, utopías y proyectos en torno a la condición existenciaria propia del ser humano, y de todo el orden temático que de ello deriva, el cual, naturalmente, abarca todo el horizonte de la vida, la acción y el pensar humanos.







Desde la reflexión científica, la indagación filosófica, la proposición teológica, la postura política e ideológica, hasta la más espontánea expresión de la propia experiencia de "ser en el mundo"...toda esta riqueza intrínseca a la dimensión ontológica de la persona humana, constituye un contenido potencial de este blog.







El pensar: crítico y libre.







El criterio: respetuoso y personal.







La verdad: un espacio de experiencia y un camino entre "cielo y tierra", porque entre el origen (que es destino) y el destino (que es origen) habita el hombre, expuesto a sí mismo como duda, como contradicción, como terrenalidad y trascendencia. Se trata de dos dimensiones que constituyen una esencia; dos momentos que se manifiestan, sin embargo, en una prístina unidad. Sólo desde esta dimensión "entre cielo y tierra", consciente de sí a través de la mirada de Dios, puede el hombre comprender, en auténtica profundidad y sentido, su propia existencia.







lunes, 4 de octubre de 2010

LA DANZA DE SHIVA: EROTISMO Y RELIGIÓN EN LA CULTURA INDIA PREMODERNA III

Capítulo II: Relación entre drama sánscrito y “mundanidad”.

En el marco del contrapunteo “mundo / trascendencia”, que hemos considerado axial en la estructura cultural india, constituye la producción dramática(clásica)en general, y -en especial- de Kalidasa, el momento cumbre de afirmación y apogeo de un estamento social cuyas premisas axiológicas se enclavan en el marco del primero de los dos elementos antes contrapuestos: “el ser-en-el-mundo” . En tan alto grado que nos es posible definir el llamado “período clásico” de esta cultura (c. 320 A.D.-647 A.D.) como predominantemente aristocrático-cortesano: es el discurso emitido por la cortesanía, el que deviene referencia primordial de la producción simbólico-estética del mismo. No es este estamento laico sólo el generador de estos valores, sino, además, su principal consumidor. Nunca más en la cultura india, a no ser a partir del siglo XV por fuerza de la ocupación musulmana (y sobre todo en la zona costera suroccidental, en los estados principescos de Travancore, Cochin y Malabar del antiguo estado de Madrás), o posteriormente bajo el dominio del imperio mogol, en el siglo XVI, cuando Babur derrota, en el año 1526, al último soberano Todi y ocupa Delhi y Agra, floreció y encontró tal eficiencia sociocultural dicho segmento, como en este período. Las posteriores glorias del mismo están basamentadas, en lo esencial, sobre estos presupuestos.
Nos proponemos, por tanto, estudiar el modo en que esta transformación se manifiesta en el teatro sáncrito, y, especialmente, en la obra del que ha sido considerado, tanto por la tradición india como por la crítica europea, su representante paradigmático: Kalidasa.
El drama clásico (y el conjunto de la literatura así denominada) se desarrolla en función del ascenso y la autonomía de la cultura cortesana, en el marco de la cual se conforma una serie de características que contrastan con las referidas al estamento religioso.
En este contexto, la obra de Kalidasa sintetiza y, al mismo tiempo, promueve - dentro de un equilibrio ideo-formal cuya pérdida va a marcar la decadencia de este arte- a sus máximas consecuencias la “Weltanschauung” de este grupo social que ya ha logrado dar cuerpo a un sistema de símbolos auto-referenciales que se generan, y al mismo tiempo lo consolidan, a partir de un proceso de auto-conciencia proporcional a la posición determinante y a los roles socio-políticos que había venido desempeñando desde la formación del primer imperio indio importante: el de la dinastía Maurya ( 322 A.C.- 183 A.C.), e, incluso, desde la llegada de Alejandro a las tierras del Indo, en 326 A.C.
Luego, la aparición del arte clásico no es el resultado casual de algún movimiento cultural intempestivo ocurrido en la India de nuestra era, sino la necesaria cristalización de un proceso, cuyos resortes se encuentran en el modo mismo en que se define la praxis india, en el diálogo con “los de afuera” y con sus propias premisas axiológico-filosóficas. Es sumamente importante comprender, que el ascenso que experimenta este grupo social no implica la exclusión o aniquilación de los grupos parcial o diametralmente opuestos - como ocurriría , por ejemplo con la cultura cortesana en la Francia de la Revolución -, sino más bien , la instalación de una serie de nuevos valores que habrían de entremezclarse con los del poder brahmánico (religioso-profesional), para contribuir así a ese complejo entramado que es - según nos ocupa - la sociedad india de este período .
Para clarificar lo anterior, debemos tener una definida conciencia de la conformación social del estamento aristocrático en que nos centramos, así como de los momentos fundamentales que componen su “dialéctica” cultural con el grupo religioso, el “clero” brahmánico.

Génesis de la Aristocracia Clásica India

Un primer momento de este proceso lo constituye la organización original que poseía la sociedad aria (las tribus que arriban al valle del Indo a partir del 1500 A.C.).
Existía un grupo compuesto por elementos cuya principal función era la actividad bélica, desentendiéndose de este modo de la praxis económica -de producción e intercambio- aún en los momentos de ociosidad, que, en estos primeros tiempos, eran aún muy escasos. En los himnos védicos más antiguos se hace referencia a estos kshatras, una especie de nobleza muy pedestre aún, más semejante a la de los caballeros de las gestas medievales que a los cortesanos de los salones de los siglos XVII y XVIII europeos. En contraposición a estos kshatras, se hace referencia a los vis, los componentes ordinarios de la tribu especialmente consagrados a la producción de bienes y a su intercambio. Sobre esto dice Basham:

“…una composición aristocrático-tribal fue característica de la sociedad indo-europea aún antes de producirse la emigración de sus lugares de origen” .

Es probable que esta nobleza se encargase también, en alguna medida, de la conducción de las actividades religiosas, aunque se cree, a partir de los textos del Rig Veda –los cuales se supone fueron compuestos y transmitidos oralmente por los arios desde, incluso, antes de su llegada al valle del Indo -, que, al menos, un esbozo de clero hubo de existir ya entonces.
El predominio del estamento “guerrero” parece, sin embargo, evidente, cuando se observa la distribución de poderes relacionada con las deidades arias. Entre todas, la deidad principal era Indra, poseedor del trueno y del rayo, equivalente indo-ario del Zeus tonans griego y, además, líder de las fuerzas guerreras y destructor del enemigo. Es el regente del firmamento . De él se dice en un himno védico que “va luchando intrépidamente, destruyendo con fuerza castillo tras castillo” . Esto da la medida de la importancia de la guerra para aquellas tribus, lo cual es lógico tratándose de grupos nómadas en busca de procurarse subsistencia y morada.
Al irrumpir los arios en el valle del Indo, se encuentran ante una civilización -probablemente ya entrando en decadencia- que igualmente presentaba una definida estructura social. Nos referimos a los asentamientos de Mohenjo Daro y Harappa. Aquí, a partir de positivos descubrimientos arqueológicos , se ha podido determinar la existencia de un poder teocrático y por tanto de un sistema “piramidal” de relaciones sociales. Se comprobó la existencia de una clase sacerdotal que habitaba alrededor de un “ Gran Baño”, ubicado en la ciudadela situada al oeste en ambos asentamientos, que se encargaría de los rituales públicos asociados al culto de la fertilidad, en los que el agua, como elemento purificador, desempeñaba un papel insustituible.
En este mismo contexto urbano, vivía un estamento aristocrático compuesto, tanto de altas dignidades guerreras como de mercaderes y comerciantes enriquecidos . Al oeste de la ciudad han sido desenterradas una serie de casas -de más o menos dos cuartos-, que eran habitadas por los componentes del “proletariado”, en condiciones de aceptables comodidad e higiene.
Por tanto, tres son los grupos fundamentales hasta ahora descritos en las sociedades drávidas (asentadas en el valle del Indo), a saber: la clase sacerdotal, la aristocracia guerrera y comerciante -incluyendo artesanos de alto oficio- y la clase proletaria.
Se produce así un complejo proceso de transculturación que conduce a la definición de la sociedad india del valle de los ríos Yamuna y Ganges, al noroeste de la península. Los arios pasan de largo por las ciudades del Indo y nunca, curiosamente, se asientan en ellas. A partir de aquí emerge una sociedad de estructura mucho más compleja que será, en lo fundamental, la misma que aquella del imperio Gupta. Se trata de la forma más conocida que se adopta a partir de los tiempos védicos (c. 900 A.C. - 800 A.C. ). Se compone de cuatro varnas o clases: el “clero” (brahmana) , la casta guerrera (kshatrya) , los artesanos y campesinos (vaisyas) , y los encargados de los trabajos “sucios”, la casta inferior (sudra). Estas varnas cristalizaron a lo largo del período védico. La cerrazón de tiempos posteriores, que implicará la reducción a un mínimo de la comunicación entre estos grupos, no existe aún. Aquí, en realidad, no puede hablarse propiamente de castas, pues existía aún intercambio de ocupaciones, y era permitido el matrimonio entre los grupos sociales superiores.
Sobre esto explica Mukerjee:

“El esquema ‘chaturvarnya’ (lit. “de cuatro varnas”) de estratificación social, y la diferenciación entre los ‘dvijas’ o ‘dos veces nacido’ , y los sudras , ha sido una característica de la civilización india ya desde el final del período védico” .

Ahora bien, ¿qué posición ocupaba el estamento laico que, de manera especial, nos interesa en esta estructura social? Arqueológicamente no se ha encontrado prácticamente nada en este sentido. Pero, a diferencia de lo que ocurre en Mohenjo Daro y Harappa, ya se poseen testimonios escritos importantes que relevan atributos fundamentales de esta civilización: los himnos védicos , los Brahmanas y los Upanishads . Sin embargo, tratándose de información social, estos textos deben ser leídos entre líneas, pues se ocupan fundamentalmente de las actividades del culto, rituales, oraciones ceremoniales, “mantrams”, etc., así como de comentarios pre-filosóficos y mitológicos alrededor de éstas, con excepción de los Upanishads, donde se encuentra ya un pensamiento filosófico del más alto rigor.
En los tiempos védicos más tempranos, el peso del estamento guerrero era -como se dejó ver- preponderante. En los momentos iniciales del proceso de transculturación, los arios continúan su movimiento rumbo al este. A lo largo de este período la actividad bélica habrá de ser muy intensa. Se reportan guerras entre reyes arios y coaliciones drávidas alrededor del Yamuna y del Ravi, poco más hacia el oeste. En un texto como el Darsharajña (“La Batalla de los Diez Reyes”), se relata el encuentro entre el rey Sudas, de la tribu de los Bharata, de origen indo-ario , y los dasas o dasyus, que eran antiguos descendientes de los Purus, de origen dravídico, que fueron caracterizados en el Rig Veda como “ñatos” y “de tez oscura”. De los choques entre bharatas y purus, nace más tarde el grupo tribal de los kurus; y no es ocioso señalar aquí el origen no ario de los componentes purus, porque más tarde, en la obra Shakúntala de Kalidasa, el rey Pururavas será, como se aprecia en su nombre, descendiente dravídico .
En la propia distribución y organización del poder se aprecia este predominio. Las tribus eran regidas por un jefe guerrero que portaba el título de “raja”, una palabra asociada con el latín “rex” .
El poder del rey no era, sin embargo, absoluto -difícilmente hubiera podido serlo en una organización tribal- , sino que existían otros cuerpos jurídicos conocidos como sabha y samiti, que ejercían mucha influencia sobre el raja, cuyas decisiones debían ser apoyadas o contradichas por estos consejos tribales . Normalmente, la transmisión del poder real era hereditaria. Un personaje importante para nosotros era el purohita, o sacerdote jefe de la casa real, cuyo cometido era, en lo fundamental, asegurar a través de sacrificios la prosperidad del “reino” y de su victoria en la guerra *.
A pesar de que, como demuestran los himnos védicos, ya existía un importante desarrollo de la conciencia religiosa, los sacerdotes no habían aún alcanzado el lugar cimero que gozarían en el período de las Brahmanas.
Un primer momento de este despegue de la casta sacerdotal, lo constituyen el asentamiento de las tribus en la zona nororiental, el “triunfo” sobre los grupos drávidas -en realidad la mixturación transcultural- , y el desarrollo del discurso mítico-filosófico que logró ampliando el ‘imaginario’ epistemológico- elaborar una justificación cosmológica para el sistema de varnas, en el cual, naturalmente, los sacerdotes ocupaban el nivel superior, asociado a la idea del “servicio” que, más tarde, alcanzaría proporciones -totalmente cósmicas- de imprescindibilidad.
La referida justificación aparece en un texto que se recoge en el Rig Veda, y se conoce como el “desmembramiento del Purusha”, o sea del “Primer Hombre”. Se trata del sacrificio del Purusha (realizado por los dioses), también denominado “Prajapati”, lit. “señor del fluido seminal”.
Paulatinamente cobran mayor importancia los ritos religiosos y se hacen cada vez más complejos, además de que aumenta el volumen textual a ser memorizado para su transmisión oral, donde la conservación del texto originario debía ser exacta, tratándose de textos revelados o “escuchados”(sruti) por los santos (rishis) . Esto explicará la progresiva especialización de la casta brahmánica, en tanto que esta función va a constituir su propio “dharma”, o “deber-función”, en el marco de la sociedad india.
La intensidad del movimiento religioso y la ampliación del tiempo de ocio, determinaron - entre otros factores - el crecimiento del poder brahmánico, al extremo de que, ya a fines de la época védica, los sacerdotes se autodefinen como los mantenedores - a través del ritual y los sacrificios - del orden cósmico o Rta, idea que fue posible dada la versión pre-existente del desmembramiento del Purusha, así como por el reforzamiento socio-cultural del estamento religioso y los usuarios culturales de su praxis específica. El sacerdote pasó a ser, ya no sólo el centro sine qua non del ritual, investido en las artes de la santidad y la purificación, sino también el máximo personaje de todo el sistema de culto, el eje fundamentador del proceso cósmico, el “dios” de los dioses.
En Basham puede leerse:

“Por este período se había desarrollado una nueva actitud hacia el sacrificio, el cual se entendía como un misterio supra-natural… Sin los sacrificios regulares cesarían todos los procesos cósmicos y sobrevendría el caos. Así, el orden natural dependía en última instancia más de los sacerdotes que de los mismos dioses… El brahmán vendría a ser más poderoso que cualquier rey terrenal, o cualquier dios; a través del ejercicio del ritual y el sacrificio él mantenía todas las cosas y era por tanto el supremo siervo de todos…” .


La justificación filosófico-religiosa de esta creencia, recaía en el dominio que el sacerdote presuntamente poseía sobre una fuerza misteriosa y trascendental, de la cual dependían todos y cada uno de los seres, sin excluir a los dioses mismos. Esta fuerza se denominó brahman y el sacerdote podía hacer uso de ella (a favor o en contra) gracias a las fórmulas secretas que poseía, los mantrams, bien resguardadas, y fuera del alcance de los no-brahmanes * .
Todo ello trajo consigo una conciencia de casta en los sacerdotes, que culmina en su posición sacralizada e indiscutiblemente superior de la casta sacerdotal frente al resto de las demás varnas. En estos momentos y, curiosamente como sucede con cierto pensamiento sociológico actual, el sujeto no era considerado un ser social (el zoon politikon aristotélico), sino, más específicamente, un “ser grupal” ubicado en un espacio dharmático legítimo sólo “para sí”, fuera del cual no podría encontrar nunca genuina pertenencia. Ya en este momento, una excesiva mixtura de tales varnas habría significado, no sólo una transgresión socio-ética, sino, además, cósmica; habría atentado contra la estructura trascendental de lo real, del cosmos, originada en el desmembramiento de Purusha y revelada a los rishis, o, mejor, percibida por ellos en estados profundos de conciencia.
Sin duda, los sacerdotes creían con toda convicción que en sus rituales y ceremonias se encontraban con sus propios dioses: en tales ocasiones solían consumir una bebida (el soma) que, según se cree, incluía en su elaboración la planta de cáñamo, la cual posee fuertes propiedades alucinógenas, llegando a “realizar” en estos estados de “mística embriaguez”, el deseado contacto con las deidades .
Esta cultura, por otra parte, va ganando en organización administrativa, y la varna de los ksatryas crea paso a paso las condiciones que posibilitarían su gloria cortesana de tiempos por venir. Esto no era muy difícil, porque -y es interesante que hoy David Bell defienda una concepción funcionalista en su teoría sociológica -, debido precisamente al proceso de exclusividad de las varnas, y a la idea de Manu de que “era mejor hacer el deber propio mal que el ajeno bien”, estos estamentos lograban funcionar con relativa independencia unos de otros , por lo cual - y sobre todo en el caso de los kshatryas- van desarrollando potenciales socioculturales propios que , sin estar totalmente desvinculados del resto del conjunto social , poseen gran autonomía respecto a éste, además de que, en el marco de una identidad cultural de carácter general, se definen micro-espacios societales poseedores de un contenido epistemológico particular.
El protagonista de este período no es, sin embargo, el kshatrya, sino el brahmán, con su poder religioso-ritual y su posición centrípeta en el esquema axiológico de esta sociedad. Debido a lo anterior, no dejan de producirse cambios en la estructura de poder dignos de señalarse.

Conformación definitiva de la varna cortesana.


Las tribus arias se consolidaban ahora en pequeños reinos que tenían ya capitales permanentes y un rudimentario sistema de administración.
En Basham se refiere, que las viejas asambleas tribales aparecen aún referidas de cuando en cuando, su poder decaía rápidamente y, hacia el fin de este período, la autocracia del rey quedaba limitada en la mayoría de los casos sólo por el poder del brahmán, el peso de la tradición, y la fuerza de la opinión pública que fue siempre en la India de alguna influencia” . Se comienza a desarrollar el concepto geográfico como fundamento de la división política, y las tribus se desintegran para dar paso a la nueva organización monárquica. Como es natural esto provocó reacciones adversas en los grupos más conservadores: el religioso y el de las familias tribales acomodadas e investidas de algún poder. Por esto este mismo proceso sentó las bases para la futura crisis - que se verificaría en la emergencia de las heterodoxias - del estamento brahmánico ( crisis ésta que se lograría superar de algún modo en el nuevo sistema del hinduismo hacia el siglo VI D.C. ), puesto que este proceso de transformación y reordenación , y el sentimiento de inseguridad que debe haber provocado en muchos originó fuerte tendencia hacia una visión pesimista del mundo, y hacia el ascetismo como una de sus expresiones más evidentes , elementos estos predominantes en esta etapa .
En este sentido explica Klaus Mylius: “En realidad todos los textos védicos fueron compuestos por familias de poetas o pensadores, ascetas y filósofos individuales” . La predominancia de la varna brahmánica se evidencia igualmente en el contenido de los textos védicos y posteriores (brahmanas, aranyakas, upanishads, etc., dedicado fundamentalmente a describir, proscribir y prescribir las actividades ceremoniales del culto, con ocasionales y muy escasas referencias a la organización social y a la naturaleza. Se afirma en este período la trascendencia, lo divino supra-terrenal, y se legitimaba sólo el movimiento “hacia lo alto”, como puede apreciarse en los himnos de evocación a las deidades, el ascetismo contemporáneo, y el discurso mítico que aparece recogido en todo este corpus textual.
Analizamos pues un momento en el que predominan de modos diferentes la afirmación del “ser-para-la-trascendencia”, al menos en el plano discursivo. * Decimos que este predominio se manifiesta de modos diferentes porque se contraponen dos maneras de concebir dicha trascendentalidad, y el cómo situarse ante ella: la concepción ritualista de la varna brahmánica, y la concepción místico-filosófica, simbólica y anti-ritualista, cuya máxima expresión se alcanza en la literatura upanishádica. En este momento, la afirmación de lo trascendental habría de intensificarse e incluso hacerse institución.
Con el año 563 A.C. comienza -marcada por el nacimiento de Gautama Buda- la llamada era Budista. Ya en este momento la tendencia ascética y el “pesimismo” espiritual eran intensos. Se había puesto en crisis la doctrina védica del “Cielo de los Padres” (especie de paraíso en que moraban los bienaventurados) y se creía que, incluso los dioses, estaban sometidos al Samsara (ciclo de muerte y reencarnación) afirmando así el absurdo y la irresoluble y hastiante circularidad del ser.
Por contraste, un verso famoso recogido en el Rig Veda, da testimonio de la fe que existía aun en aquel período, y que entraría en crisis próximamente, así como del sentido devocional que se tenía tan tempranamente respecto a algunos dioses (especialmente al dios Varuna):

“ No dejes, oh Varuna, que vaya a la casa de barro!
Perdonad, oh gracioso Señor, perdonad!
Si, en medio de las aguas, la sed devora mi garganta,
Perdonad, oh Señor, perdonad!”


Como apunta Basham, en las Brahmanas ya no se percibe el optimismo del Rig Veda, pues se reconocía la posibilidad de morir incluso en el cielo . El “ser-en-el-mundo” era experimentado cada vez más como un sinsentido, y la doctrina del mundo como mera “ilusión” (maya) se modifica en relación con la doctrina del samsara, teniendo al Karma y al Dharma como momentos interiores de aquél . Por otro lado, “el desarrollo de la doctrina de la transmigración coincidía con el desenvolvimiento de ideas pesimistas” . Una compensación teórica, sin embargo, no se hizo esperar. Ésta revistió la forma del monismo absoluto de la doctrina upanishádica, por una parte, y de las heterodoxias budista y jaimista, por la otra.
Ahora bien, el “equilibrio” consistiría aquí sólo en haber definido una especie de tangente que permitiría escapar del chakra o círculo dual de “karma/dharma”: en la doctrina de los upanishads, esta tangente era el moksha o la experiencia de la unidad fundamental de Brahman y Atman; en el Budismo, se define como el nirvanam, la disolución del “yo” fenoménico, la experiencia de la pura indiferenciación. La afirmación de lo trascendental sigue siendo, por tanto, predominante en el pensamiento filosófico y en las concepciones religiosas.
Se ha hablado del surgimiento de las doctrinas heterodoxas del budismo y del jainismo como una reacción de los kshatryas ante el poder brahmánico y sus pretensiones sociales y ontológicas, así como ante la esterilidad espiritual a que había llegado el exceso ceremonial del culto védico. Basham no se opone del todo a esta interpretación, pero trata de moderarla . Sin negar sus puntos de vista, nos inclinamos a conceder mayor importancia a esto que la que el teórico indio le concede; fundamentalmente, debido al hecho de que, a pesar del tiempo transcurrido, el grupo de los kshatryas debía añorar aún sus pasadas glorias, o, por lo menos, debía haber generado nuevas utopías de poder, siendo el logro de mayor autonomía, y hasta de predominio cultural, frente al poder brahmánico, una de ellas.
La situación era compleja. Por un lado, la disolución de las ganas (pequeñas tribus) y la absorción de las mismas en los grandes reinos que comenzaban a definirse, y que darían lugar al imperio. Por otro, la autoridad de los sacerdotes y su autoafirmación, que ya había alcanzado -como se señalaba más arriba- su non plus ultra, resultaba ya insufrible. Oponerse a la casta clerical significaba, dado el status quo, contribuir a la disolución tribal y a la conformación imperial, y ello, sin duda, implicaba para muchos kshatryas la disolución misma, la más terrible entropía, a la que se veían obligados a partir de la propia conciencia de clase; se imponía un momento de necesaria transformación, que, como diría Hal Foster, implica “ división traumática..., pero, como tales, son también momentos en que las identificaciones imposibles se vuelven posibles” .
Algo menos “trágico” no habría hecho afirmar a un rey kshatryas las siguientes palabras:

“Grandes héroes y poderosos reyes han tenido que abandonar sus glorias; hemos presenciado la muerte de demonios y semidioses; los océanos se han secado; las montañas se han desvanecido; se ha sacudido la estrella polar; la tierra se funde; los dioses perecen. Me siento como una rana en un pozo seco”.


Esta será, por tanto, la primera reacción importante de los kshatryas ante la preponderancia del estamento clerical. Una característica fundamental la determina: la reacción consiste en un acto de evasión, un escapar del contexto originario, se trata de una acción negativa; más que de iniciarlo, la concepción contemporánea, que afirmaba para un kshatrya la posibilidad de devenir brahmán, y el pasaje del Brihadaranyaka Upanishad, que asegura que la “brahmanidad” es independiente de los sacrificios y de los brahmanes , son formas hasta cierto punto ingenuas de socavar el sentido absolutista del poder brahmánico. Aún estos “disidentes” se mantenían en el mismo plano de “afirmación de la trascendencia”, que el discurso védico-brahmánico; el paso fundamental no se había efectuado aún: afirmar el mundo, la “alteridad”, no “competir” en el mismo terreno para intentar demostrar que se tiene igual acceso a él -lo cual significa, a fin de cuentas, reconocer su superioridad- , sino “negarse” a él , reaccionar contra él desde dentro, desde la diferencia, o sea, afirmando un principio axiológico que es radicalmente contrario al que allí se sustenta: una vez más, afirmar el mundo, la vida en él, sus propios valores, su inmanencia y la legitimidad de sus funciones (sexualidad convertida en erotismo, alimentación convertida en banquete, vida social convertida en “ritual” de clase), y sentir orgullo de varna como lo otro que se legitima para sí en forma de mismidad autónoma, que señala la superioridad en la retirada, no ya en la participación sustancial de esos paradigmas.
Para ello, habría aún que esperar por un mayor desarrollo de la autoconciencia del estamento laico, la evolución de sus valores y la instauración de su propio mundo a través de los códigos y símbolos de auto-representación sociocultural, el espacio pragmático-discursivo en que se habita como ser cultural, y ello dependerá, entre otros factores, de la consolidación de las estructuras de poder y administrativas de las cortes, del desarrollo de la competencia política de sus componentes y de las sacudidas heterodoxas que habría de sufrir el brahmanismo como sistema de poder -sacudidas que, por otra parte, ya empezaba a experimentar.
Por tanto, si esta primera reacción fue significativa, más aún habría de serlo la que tendría lugar algunos siglos más tarde, bajo uno de los más importantes imperios de la historia de la India, el Gupta (320 D.C. - 540), en que se produce el esplendor de la cultura clásica india. A esta época la antecede una experiencia imperial importante, la del imperio Maurya, en cuya conformación desempeñó un rol fundamental la invasión de Alejandro Magno (327 A.C.- 325 A.C.), y una etapa en que, como en la antes mencionada, la función social de los kshatryas había de ser determinante. A este espacio de tiempo se le denomina “la Era de las Invasiones”, y corre desde c. 190 A.C. hasta el comienzo de la época Gupta.
Durante todo este período la cortesanía continúa ganando en refinamiento, organización y experiencia cultural. Se desarrollan el teatro, la música, la danza, la orfebrería y la praxis capital de la vida cortesana india: la ornamentación. Como afirma Herrmann, mucho de los artista-artesanos que trabajaban en la construcción y decoración de los templos o que constituían los grupos de actores profesionales, provenían de castas inferiores, sobre todo vaisyas y kshatryas , incluyendo la extensión que había ido ganando la corte ya desde algún tiempo atrás, hasta llegar a la complejidad que muestra bajo los Gupta.
En este momento la correspondencia paralela de “cultura clásica/cultura aristocrática-cortesana” se hace evidente. El drama sáncrito alcanza aquí su indiscutible apogeo, lo mismo que la poesía en esta lengua. Se produce la emergencia de la figura cimera de ambas manifestaciones, representante máximo de esta doble definición de cultura cortesana y arte clásico en la India: Kalidasa. A partir de los parámetros por los que juzgamos aquí determinada producción cultural como “clásica”, no debe asombrarnos que ésta alcance su esplendor en el contexto ranciamente aristocrático que florece en las cortes indias de este período; más bien, existe una relación quasi necesaria entre ambos fenómenos. Sin embargo, nos interesa sobremanera señalar la significación que esto posee en la cultura india. No ocurre aquí como en Europa con la definición cortesana del Renacimiento al siglo XVIII francés, donde se había conocido un período casi absolutamente trascendentalista y teocrático como el medieval.
En la India, el contrapunto de los factores de mundo y trascendencia es, como se ha visto, mucho más estrecho, más “barroco”: tendría más que ver con el sistema de oposiciones sincrónicas del motete (ars nova francesa), que con la contraposiciones diacrónicas de una sonata clásica. Las contraposiciones, más que sustituirse y coexistir sólo en el momento de transformación y movimiento hacia una de ellas, conviven en una especie de unidad dialéctica. Así sucede en la India. Sería, por tanto, erróneo entender la cultura clásico-aristocrática - y su preponderancia - , como una exclusión del poder religioso, brahmánico o budista, o como una pérdida sustancial de la importancia de estos. No se trata tanto de la pérdida de una esfera de influencia, como de una parcialización de ésta, lo cual es lógico en el diálogo sociocultural con un estamento que pasa a legitimarse a un nivel homogéneo -y hasta cierto punto subordinador - al de la cultura brahmánica. Se procede a afirmar las virtudes del “ser-en-el-mundo” de manera desconocida en la India hasta este momento. El “ser-en-el-mundo” deviene una poética, se estetiza, se proyecta en el arte clásico, y el hábitat cortesano pasa a ser un signo más de esta nueva sensibilidad.

Signos del predominio cultural cortesano.

Es ésta la época en que Vatyayani sintetiza un antiguo y casi desconocido manual de erotismo (el Kama Sashtra) y lo publica bajo el nombre de Kama Sutra. Se trata de una literatura erótica autónoma, que no existe necesariamente a partir de una justificación religiosa, o como discurso simbólico que encubra significaciones más generales de tipo filosófico o religioso (como en la doctrina del Sakti , o en el tantrismo ). Se comienza a componer un tipo de poesía que prioriza la forma sobre el contenido, y que junto con el teatro, hace suyo a partir de Bhasa (segundo dramaturgo de importancia) el erotismo como su tema fundamental. Dicha poesía se define por su rigidez formal y por la determinación fonética de la métrica y la versificación, de la más refinada .
Se genera un discurso estético formalista y expresionista, a diferencia del fundamentalmente místico-emocionalista del Natya Sashtra. El drama evoluciona, de un tratamiento ideo-temático eminentemente apologético-religioso (como en Asvagosha) a uno apologético-cortesano sensu stricto (como en Kalidasa), pasando por un creador que procura combinar ambos campos temáticos, cual sucede en Bhasa .
El auge de la cultura aristocrático-imperial en la India se enclava como se dijo en el período Gupta. Es de suponer que Kalidasa haya vivido hacia finales de esta dinastía, aunque no hay nada aún absolutamente seguro en cuanto a esto . Entre los siglos I y V A.D., debió de haberse compuesto el que bien podríamos considerar genuino equivalente indio de Il principe. Nos referimos a un texto, en sánscrito denominado Artha Sashtra, que se supone de esta época y no anterior porque “... no hace mucho uso de la terminología oficial empleada en las inscripciones de Ashoka...” . Basham termina por ubicarlo en el período pre-Gupta, entendiéndolo como una especie de re-escritura de un presunto original que habría pertenecido a la época Maurya .
Aunque esta versión no nos suena mal, preferimos señalar la posibilidad de que pertenezca a la etapa postcristiana, por las sutilezas administrativas, y las autoconciencia y experiencia cortesanas que manifiesta: su autor habría sido Kautilya , cuya fundamental premisa es similar a la sustentada por Maquiavelo en su citada obra : “ el objeto del Estado es supremo ; luego quedan justificados todos los medios que sean necesarios para alcanzarlo”, principio éste bien distante de la utopía ética del budismo, basada en el ahimsa (no violencia) y en la supresión de toda pasión.
Por este período se verifica un crecimiento notable en la producción de literatura política, siendo el Nitisara (“Esencia de la Política”) de Kamandaka, el más importante de ellos . Ya en este momento no podemos hablar sólo de la casta “guerrera”, sino, para ser más exactos, “guerrera y cortesana”; de hecho, no era sólo el valor el componente esencial de la “areté” de este grupo social, sino el refinamiento en todos los aspectos de la vida y - muy importante -, la “capacidad amatoria” de los sujetos implicados en él.
Durante todo este período, la “clasicidad” de la forma se da la mano con el tema erótico, tanto en la poesía como en el drama; y no es casual que uno de los que más agudamente represente esta temática en el drama, el propio Kalidasa, sea igualmente el exponente máximo de la creación poético-erótica . Un dato de significativa importancia es que se supone que el teatro haya surgido, como tal, alrededor del 100 A.D., o sea, en el período de las invasiones, del auge progresivo del estamento cortesano, y que conduce a lo que aquí entendemos por período clásico .
Para tener una más clara idea de la conciencia política que se había alcanzado hacia fines del siglo V A.D. en las cortes sánscritas, puede verse la obra dramática de un contemporáneo de Kalidasa, Vishakhadatta, titulada Mudrarakshasa (“El Sello del Canciller”), sobre la cual comenta Mylius: “ Este drama quiere servir como enseñanza moral respecto a que es mejor resolver un problema político a través de la diplomacia, que de la guerra” .
A estas alturas podemos arribar a dos conclusiones parciales, una de tipo socio-histórico, y otra de carácter estético-cultural.
En cuanto a la primera, afirmamos que se ha sido testigo de una importante transformación en la constitución social india, consistente en el ascenso al poder y al protagonismo cultural de los kshatryas, subordinados durante todo el período védico al estamento religioso.

Cultura cortesana/ Erotismo/Clasicidad: “Ser-en-el-mundo”.

En lo que se refiere a la conclusión de carácter estético-cultural, se producen una serie de interrelaciones que responden al campo axiológico-normativo en que dicha cultura se define. Hablábamos de la afirmación del principio del “ser-en-el-mundo”, lo cual implica una concentración de la atención del usuario cultural sobre los fenómenos concretos a través de los cuales dicha afirmación se sustenta. En este caso, además del formalismo estético predominante (o en relación de consecuencia con éste) el elemento erótico deviene casi estandarte cultural de este estamento. Se le encuentra en la poesía, en el drama, en la danza, en los paradigmas figuracionales del umbral estético de la época y, además -aunque sólo indirectamente relacionado con la estética cortesana- , en la iconografía simbolista del budismo (tanto referido a las yakshis como a las representaciones de las cuevas de Ajanta) , a pesar de su fuerte componente ascético. Puede incluso hablarse de una sensibilidad erótica, predominante en el marco cortesano. Es allí donde se representan las obras de teatro, se leen los poemas, se disfruta de los atributos del “mundo”, su dimensión física, palpable, sensorial, y, finalmente, se transfiere lo ascético al plano de la representación (contenido presente en las danzas, dramas, poemas, etc.) además de que, por las razones que se explicarán más adelante, recobra especial fuerza el discurso mitológico contenido en leyendas, en la vox populi, así como también en la tradición literaria sagrada, vinculada a la creación artística.
En este sentido, y haciendo especial referencia (en lo que respecta a un individuo modelo) a los valores que se contienen en la obra dramática de Kalidasa, se puede relaizar un acercamiento comparativo entre los dos horizontes axiológico-ontológicos propios de la "cultura ascético-religiosa" y de la "cultura cortesana", donde se toman en cuenta una serie de categorías imprescindibles para nuestro estudio, aplicadas éstas, tanto a la cultura brahmánica, como a la cortesanía.
En la "cultura ascético-religiosa", el objeto de valor es la “santidad”, entendida como liberación espiritual del "ser en el mundo", por lo que se afirma en lo fundamental el "ser para la trascendencia", la "moksha". Por el contrario, en la "cultura cortesana", el placer, el poder y la gloria constituyen elementos fundamentales de su horizonte axiológico. Se persigue la experiencia plena del ser personal-individual, interpretado como “ser en el mundo”.
En la "cultura ascético-religiosa", el objeto de valor tiene carácter ontológico-trascendental, se trata del propio "Brahman", principio con el cual ha de alcanzarse la plena unidad más allá de la experiencia subjetivo-sensible y fenoménico-personal del "ego". El culto, el ritualismo y el sacrificio conducirían a la liberación espiritual por el “conocimiento”, o mejor, la experiencia de la identidad del "yo esencial" y Brahman. Conforme a esto, en los Upanishas se afirma esta identidad con la frase "tat tvam asi" ("tú eres eso"). En la "cultura cortesana", por su parte, el objeto de valor es inmanente, ello es, radica en el mundo, y precisa, definitivamente, del sujeto como un ego individual autoconsciente del valor intrínseco de su propio "ser en el mundo". Su fundamento es, de hecho, la temporalidad y la historicidad; mientras que, en la "cultura ascético-religiosa", la destinación cultural se realiza en la unidad con una entidad trascendental,en una experiencia en que la personalidad queda suprimida y trascendendida, en la "cultura cortesana", se trata de un encuentro empírico-personal, que se realiza con otro individuo; se comparte la personalidad, que es el fundamento psico-ontológico de la relación misma. No se trata aquí de "platonismo suprasensorial", sino de la relación inmediata y psico-corpórea entre dos individuos.

El teatro de Kalidasa. Aproximación general.

En el teatro de Kalidasa, como en todo el teatro sánscrito, el brahmán suele ser caracterizado como un personaje glotón, superficial y hasta grotesco a veces en su torpeza: identificado con el vidushaka (bufón) como una profunda crítica dirigida a la varna brahmánica. Por otro lado, el purohita se mantiene como consejero religioso del rey, y llega incluso a tener ideas justas e inteligentes -como ocurre en Shakuntala, cuando Dusyanta se niega, desmemoriado, a reconocer a la doncella como su esposa-, lo cual no deja de ser una contradicción. En este momento, es el emisor kshatrya quien dicta las posiciones culturales. El poder de la corte era ya incuestionable, y, en la propia literatura legal cortesana, se recogió un nuevo concepto que lo demuestra, el cakravartin (emperador universal) que, como Basham define, “fue una figura con ordenación divina que ocupaba un lugar especial en el esquema cósmico, y de este modo, fue exaltado hasta un status semidivino” .
De hecho, el discurso religioso procedió rápidamente a legitimar, desde su propia perspectiva, esta nueva condición del poder real. En el libro de la “Ley de Manu” se declara:

"Cuando el mundo carecía de ley
y se dispersó en temor hacia todas direcciones,
el señor creó un rey
para la protección de todos.

Lo hizo de partículas eternas
tomadas de Indra, del Viento,
de Yama, del Sol y del Fuego,
de Varuna, la Luna y del Señor de la Riqueza.

Y, debido a haber sido creado
de fragmentos de todos estos dioses ,
el rey sobrepasa en esplendor
a todos los seres."


El mismo ethos posee el pasaje del Ramayana, citado a continuación , lo cual demuestra en qué elevado concepto se tenía al rey en estos momentos (siglo II en adelante). Basham también aclara que es desde esta perspectiva que deben leerse más tarde las leyendas sobre el origen de los linajes reales .
De este modo, debemos comprender también nosotros el drama de Kalidasa, el cual aparece como un discurso apologético de la realeza que, más que indagar críticamente en las condiciones ontológicas del “ser-ahí” y su “ser en el mundo”, como hace por ejemplo el teatro griego, expone patrones dirigidos a acentuar la legitimidad y el origen divino (entendido ya simplemente como “superior”) de los reyes. La sublimación del poder real llega a colocar al monarca como centro del universo, y de él depende incluso la seguridad de los dioses -Indra incluido- frente a sus enemigos los asuras (demonios).
El hecho de que el drama clásico indio -y en especial el de Kalidasa - tenga como metaobjetivo afirmar la legitimidad del estamento (y la figura) de los kshatryas, demuestra, por un lado, hasta qué punto estos constituían ya una clase preponderante, y, por otro, señala y explica la rigidez morfotemática que lo caracteriza.

Vinculación entre el drama y el horizonte axiológico cortesano. Función del drama.

En las cortes indias -como en toda cortesanía-, se afirma la forma sobre el contenido, lo estético sobre lo ontológico, lo discursivo sobre lo sintético, la voz sobre el silencio, el rito social sobre el éxtasis individual, predomina la virtud del cómo hacer sobre el qué hacer, se dignifica la difference sobre la homología universal (la indiferenciación se entiende aquí -a diferencia del monismo de la filosofía vedanta- como la muerte de lo estético), se instaura la retórica sobre el discurso recto, predomina la circularidad sobre la rectitud, la ornamentalidad sobre la simplicidad elemental de las formas, y, definitivamente, tienen más fuerza el bon gout y el bon sense que el sentido ético-dogmático del deber y la fidelidad plena a la verdad. De este modo, también en las producciones artísticas se realza la forma en detrimento del contenido, que llega a reiterarse e, incluso, en muchos casos, a carecer de importancia. Sobre ello explica Mylius: “Algo puede decirse aquí, y es que la forma gana cada vez más en importancia sobre el contenido” .
En el drama no se llega, en este sentido, a los excesos de la poesía , sino que a través de él, no sólo se hace una directa apología al monarca, sino en general a la vida en la corte, a sus virtudes, y, en especial, a los refinados placeres eróticos que allí podían encontrarse. “En la vida cortesana las mujeres, las artes y los placeres desempeñaban un rol preponderante” .
El drama, pues, constituirá un vehículo sin precedentes para reflejar y enriquecer artísticamente estos valores, que afirman, no la disolución en la trascendentalidad de Brahman, sino la vida concreta, el sentido espiritualizado por sobre la espiritualidad antisensual, en una palabra: el “ser-en-el-mundo” con toda su pluralidad y riqueza.
Desde esta perspectiva, por tanto, preguntarse por la religión implica considerarla como este producto estetizado, ceremonial y figurativista en que se manifiesta, o sea, predomina la presencia de las deidades del panteón brahmánico como potencial estético-iconográfico, más que como objeto devocional, modo en que eran percibidas por las clases populares a través del culto del ishta-devata .
Sin embargo, al mismo tiempo, tomaba cuerpo un metadiscurso compuesto de dos niveles fundamentales:

a) el de los paradigmas creacionales (la norma creativa),
b) el de la teoría estética propiamente dicha, o sea, los problemas de la organización de los elementos que se definen en el punto ‘a’ con relación a la eficiencia estética de la obra, y los problemas derivados asociados con la dimensión semántico-comunicacional de la misma (funciones, relaciones con el receptor, emisor legitimado de los valores críticos, etc.).
Todo esto suele analizarse preferentemente en función del drama. En este plano, que comprende, más que las obras como artefactos individuales, los metarrelatos estético-filosóficos respecto a aquél, es donde la teoría religiosa y filosófica “fuerte” desempeñará un papel esencial. En el nivel ‘a’ se ubican las obras programáticas que tienen función dogmático-prescriptiva, como el Natsya Sashtra (texto fundamental) , y todas aquellas que definen patrones estéticos y técnicos a seguir por el creador (cánones), como el Alamkarasashtra, de Bhamaha, el Kavyadarsha, de Dandin, etc.
El primer análisis nos conduce a considerar la obra concreta de los dramaturgos indios más importantes y, en especial, la de Kalidasa, e indagar de qué modo en ella, a nivel ideotemático, se produce la relación de religión y erotismo. El segundo nos obligaría a despegar hacia un plano en que, como se advertía más arriba, la obra, en cuanto ente puntual, perdería su posición central en el análisis. Dada las características de este trabajo, sin embargo, y sus objetivos, nos es necesario concentrarnos en el primer tipo de dichos análisis, subordinando a él todos los elementos del segundo que nos sean necesarios para alcanzar nuestro fin. Para ello precisamos de definir las coordenadas esenciales del teatro sánscrito.

Problema del origen.

La cuestión del origen puede ser estudiada en dos niveles, según la característica del discurso:

a) nivel “mítico”
b) nivel “real”, dentro del cual pueden señalarse los niveles “real autóctono”, que remite a las posibilidades de un origen popular o culto (directamente vinculado a la cultura oficial), o “real foráneo”.

Respecto al nivel “a”, debemos remitirnos al texto originario según la tradición ortodoxa: el Bharatiya Natyasashtra.
De acuerdo a lo que aquí se cuenta, los propios dioses solicitaron a Brahama la creación de un Texto que resumiera los fundamentos del saber asociado con las artes. Así fue hecho, quedando constituido el llamado “quinto Veda”. Este texto resultó ser, sin embargo, tan complejo, que fue apenas inteligible para las mismas deidades, mucho menos para los mortales: era menester efectuar una transcreación que hiciera asequible aquel saber a todos; función ésta que sería desempeñada magistralmente por Bharata, creador mítico a quien quedará finalmente atribuida la composición del texto.
Los demonios, por otra parte, viéndose tan mal parados en la representación, dirigen al dios creador su protesta: éste les replica con una respuesta de múltiple condición: el drama debe poner ante los hombres tanto el bien como el mal, la realidad sin parcializaciones, en él han de aparecer todas las posibilidades y deben satisfacerse todas las capacidades psico-experimentales del ser humano. Y, por tanto, no menos lo “negativo” que lo “positivo”, pues ambas categorías no son más que funciones de una misma realidad, en lo esencial indiferenciada en tanto que idéntica con Brahman.
Como experiencia psico-estética, es tan hábil el rasa asociado con el valor, que con el terror o el odio. En este sentido, el drama -como el resto de las artes- es un don entregado a los hombres por los dioses, y posee, por su vinculación a ciertas preocupaciones morales, carácter ético-purificativo, como ocurre en la poética del teatro griego, según la hermenéutica aristotélica, referido a los procesos de “anagnórisis” y “catarsis” , y queda claro en la relación en la esencial relación que existe entre el culto a Asclepios, en Epidauro, y la representación estético-teatral de carácter terapéutico.
Aunque, en lo fundamental, la concepción del teatro sánscrito, en este sentido, es diferente de la del griego, en la medida en que, en el primero, la función es primordialmente -en teoría- místico-contemplativa, vinculada al objetivo de afirmar el “ser-para-la-trascendencia” aniquilando el basamento autorreferencial del sujeto, el “yo”, mientras que la función del teatro griego era, en última instancia, la conformación del ideal de ciudadano forjado por la filosofía fuertemente eticista de Sócrates, Platón y Aristóteles, y por ello se concentraba en el “ser-en-el-mundo”, afirmando, consiguientemente, los fundamentos ético-cognoscitivos del sujeto-ciudadano.
Independientemente de esto, no es posible conformarse con esta versión del origen del drama sánscrito.

Origen “real” autóctono.


Una de las fuentes más importantes de las que debe haberse nutrido el drama indio es la danza de carácter religioso-ritual vinculada a los cultos de fertilidad no sólo arios sino también dravídicos. En sánscrito la palabra “teatro” es designada con el término “nataka”, que tiene su raíz en el vocablo “nrit” que significa “danzar”. Estas celebraciones incluían ritos orgiásticos de carácter fuertemente “erótico”, donde se representaban mitos asociados al ciclo de muerte y renacimiento que domina la vida natural y humana.
Se ha establecido también una relación de origen y desarrollo entre el drama sánscrito y un tipo específico de poesía en lo esencial no religiosa (o sea no ritual) presente el Rig Veda, denominada samvada . Este tipo poético contiene o está totalmente compuesto de diálogos cuya temática es el erotismo (en el sentido de “historias de amor” o baladas). Alrededor de esto existe un arduo debate, y no puede aún decirse que se haya alcanzado alguna respuesta definitiva.
Primeramente, H. Oldenberg ve en esta poesía el antecedente de la épica. J. Hertel, sin embargo, partiendo de la suposición de que los himnos védicos se cantaban, los considera la manifestación primitiva del drama, criterio que apoya L. Schroeder, quien los considera el cierre de la literatura prehistórica india. M Winternitz, más conciliador, reconoce a la poesía samvada como matríz tanto de la poesía épica como del drama, a partir de un detallado estadio del desarrollo de esta manifestación en el Mahabharata, en los Puranas y en los textos budistas.
Un elemento importante (para nosotros) de sus concepciones es que, según este estudioso, sería más apropiado utilizar el nombre de “baladas” (que hemos adoptado aquí) para estas composiciones, por su forma dialogal y su temática erótica. Este último criterio es asumido del mismo modo por K. F. Geldner . De aquí que, tanto en su vertiente popular, como en la oficial (“culta”), el elemento que dio origen al drama indio contempló una esencial relación de religión y erotismo.
Uno de los más célebres himnos samvadas, es el que relata la historia de Urvasi y Pururavas. Ella, una apsara; él, un raja; ella tiene el cielo como morada; él la tierra. En esta versión “original”, Pururavas debe divinizarse para que se pueda consumar la unión entre ellos . Más tarde Kalidasa efectuará un cambio resolutivo del conflicto que -en otro momento de este trabajo- nos será de gran valor considerar.

Origen “real” foráneo.

Un estudioso tan prestigioso como A. Weber, sostiene la versión de que, el drama indio, no es una producción autóctona sino que, contrariamente, se ha derivado de la influencia de su homólogo griego . Weber supone que el drama griego se conoce en la India noroccidental, con lo que define una nueva tipología artística en la cultura receptora. E. Windisch intenta demostrar que la fuente fundamental de esta influencia la constituye la comedia ática (Aristófanes y Menandro). Una pieza, al menos, el Pequeño coche de arcilla de Sudraka, presenta una superficial similitud con la comedia perteneciente a la escuela de Menandro . Dos enemigos de esta postura hermenéutica son los también reconocidos eruditos H. Jacobi y R. Pischel. Sin embargo, H. Reich retoma los argumentos de Windisch para afirmar que actores errantes se habrían encargado de introducir el drama en la India .
Tomando en cuenta que Alejandro arriba alrededor del 326 A.D. al Valle del Indo, dejando instaladas representaciones político-administrativas por toda la zona ( las llamadas “satrapías”), y que, el drama sánscrito debe haberse consolidado hacia el período de 1 A.C. a 1 A.D., (lo cual implica un lapso, aunque sea mínimo, de evolución ), no debe descartarse la idea de la influencia del drama griego – y, en especial, la comedia ática-, en la conformación del drama indio; sí debemos, sin embargo, rechazar la pretensión -que consideramos un exceso-, de entender esta influencia como la “fundamental” privilegiada entre las otras posibles. Basham explica al respecto:

“No debemos rechazar del todo la hipótesis de que la comedia griega, representada en la corte de los reyes greco-bactrianos de la India noroccidental, habría inspirado en poetas indios desconocidos la idea de convertir sus creaciones de tipo popular en una forma de arte cortesano”.

Los teóricos que apoyan la concepción de la preponderancia del drama griego no lo hacen, sin embargo, por un mero capricho eurocentrista. Varios son los atributos de ambas tipologías dramatúrgicas que conducen a estos pensadores a tales ideas.

Algunas analogías entre los teatros griego y sánscrito.

Primeramente, la cortina del escenario se denomina en sánscrito yavanika, esto es “jónica”, que era la denominación que recibían los griegos en la India. Tal como en la concepción escenográfica griega, la yavanika dividía el escenario, no del público sino de los nepathya, o sea, los camerinos. En ninguno de los teatros se exponía al público escenas violentas o concretamente eróticas (besos, caricias, desnudez, etc.), y, ello, además de las semejanzas estilísticas antes mencionadas .
Elementos de contacto, sin duda: también el teatro, como la cultura en general, tuvo en la India origen híbrido. Ahora bien, esto no nos lleva a creer que dichas características sean suficientes -ni en sí mismas ni, mucho menos, respecto a las diferencias- para que compartamos los criterios de Windisch y de Weber. Ya hemos referido la existencia de otras posibles -y altamente probables- fuentes de origen del teatro indio. Para mejor comprensión de lo antedicho citamos a Basham cuando dice:

“El origen del teatro indio permanece aún oscuro. Es, sin embargo, indudable que, ya en el período védico, se ejecutaban representaciones dramáticas de algún tipo, y efímeras referencias en fuentes tempranas apuntan a la ejecución, en festivales, de leyendas religiosas quizás sólo a través de la danza y el mimo” .

Características principales del teatro sánscrito.

Estas características van a ser presentadas en contraste con las correspondientes del teatro griego, porque ello nos ayuda a definir mejor el objeto de análisis.

a) No existen en el teatro sánscrito la comedia ni la tragedia como especies dramáticas específicas y separadas - a diferencia del teatro griego - sino una suerte de género híbrido en que ambos elementos - lo cómico y lo trágico, y también lo lírico - se mixturan libremente.
b) Aunque no aparecerán en ninguno de los dos teatros escenas violentas ni eróticas, en el teatro sánscrito - a diferencia del griego - se desarrolla una simbología erótica fundamental desde el punto de vista formal tanto como ideo-temático.
c) A diferencia de lo que ocurría en el mundo griego, las obras teatrales solían en la India ser representadas en lo fundamental en espacios privados: cortes, palacios, casas de ricos, etc., ello es en un sociolecto aristocrático. Que la representación teatral era en Grecia un acontecimiento sociocultural -para la sociedad masculina- de especial trascendencia ya no puede dudarse. En la India, por el contrario, no existía un teatro regular en el sentido de representaciones masivas, ni se han encontrado evidencias que pudiesen justificar la existencia de esta clase de actividades públicas, con excepción de las festividades religiosas. Se ha sugerido, aunque sin fuerza demostrativa, que una de las cuevas de Ramgarh fue especialmente adaptada para puestas teatrales .
d) Ausencia en la producción teatral sánscrita - con excepción de obras como Mricchakatika, que confirma la regla - de obras de sátira social, siendo éste el tema básico de un creador como Aristófanes.
e) En el teatro sánscrito los papeles femeninos se representaban por mujeres, y en el Natya Sashtra se dice que, a petición del sabio Bharata, Brahma creó a las apsaras con este fin. Con esta característica el teatro indio se aleja no sólo del griego - donde todos los papeles eran realizados por hombres - sino también del japonés y del chino.
f) En el teatro sánscrito, más que máscaras -que son utilizadas en Grecia y en Japón-, se usan afeites para cubrir el rostro, los cuales se inscriben en un marco de figuraciones simbólicas que permite la identificación del personaje representado.
g) A diferencia de los teatros de Grecia y Japón, en el teatro sánscrito los personajes, en dependencia de su nivel cultural y jerarquía social, hablaban en lenguas distintas: los reyes y deidades masculinas utilizaban el sánscrito - que era la lengua par excellence -; las mujeres - incluso la heroína -, el bufón, etc., hacían uso de una versión de éste: el prákrito. Este multilingüismo es un elemento característico muy peculiar del teatro indio.
h) En el teatro sánscrito no se representaba más de una obra necesariamente, mientras que en Grecia se presentaban trilogías trágicas que, más tarde, se “moderaban” con un apéndice de una o dos comedias, y en el teatro Nô japonés se desarrollan varias piezas (al principio cinco, en la actualidad sólo tres) entre las que se intercalaban algunas farsas que aligeraban la atmósfera espiritual densa de los dramas del Nô.
i) Aunque eran comunes las escenas trágicas y hasta patéticas, la teoría estética sánscrita prohibía que los dramas tuviesen un final trágico. Con este fin se forzaba a veces la trama de modo “antinatural” llegándose a veces hasta lo ingenuo. Debido a esto, el drama sánscrito ha sido a veces acusado de superficial por cierta crítica europea, demasiado superficial ésta por su parte como para no haberse percatado de que principios de carácter filosófico y antropológico conferían coherencia y sentido a este criterio dramatúrgico. La poética del drama griego exigía, a partir de sus presupuestos realistas, un tratamiento más “lógico” a nivel accional, y una mayor unidad cronotópica en respuesta al hecho de que se partía de la premisa de la mímesis como criterio axiológico fundamental.
A partir de todo lo anterior, es sumamente arriesgado determinar el origen del teatro sánscrito a partir de los elementos dramáticos griegos traídos a la India por conquistadores y artistas errantes. Incluso, aunque ello fuere así, habría que aceptar que el drama griego se trasforma en la India de manera sustancial redefiniéndose por virtud del nuevo marco epistemológico y sociopolítico en que se inscribe, de modo que habría devenido un producto totalmente indio, independientemente de su origen.

Poética sánscrita sobre el teatro.

En la India se desarrolla un inmenso y complejo corpus teórico alrededor del fenómeno dramático. La obra se concibe como hecho estético-revelador cuya percepción debe provocar en el receptor modelo (dotado de cierta competence psicoespiritual), estados espirituales precisos denominados rasa, que tienen su contraparte en la competence estética de la obra. Estos, según la teoría, serían estados emocionales intensificados, imitados o sólo manifestados como significado experiencial de un significante objetivo: la obra, entendida además como un sistema de signos con capacidad estética , cuyas propiedades de “sugerir” la realidad en sí suprasígnica se estudian bajo el término de dhvani . Existen también diferentes clasificaciones de las obras dramáticas según sus temas, su forma, y según su especie o tipología.

a) Según sus temas: rupakas, o aquéllas cuyos héroes son reyes y dioses, y el tema noble o religioso; y uparupakas, o aquéllas en que sólo aparecen personajes humildes y temas vulgares. En ellas predominan la danza y la pantomima.
b) Según su forma: bharati vritti, u obras en las que predominan el discurso y la poesía (la prosa se entremezcla de monólogos poéticos); kaishiki vritti, o aquéllas en que predominan la danza y la música; arabhati vritti, o aquéllas en las que predomina la acción; sattvati vritti, u obras en las que predomina la espiritualidad.
c) Según su tipología: El Natya Sashtra reconoce diez tipos de dramas (dasarupa) de los que sólo presentaremos aquí, por lo que nos interesan, sus dos exponentes principales : nataka, es la representación más aristocrática y distinguida. A él deben haber dado lugar las creaciones oficiales védicas ya mencionadas, las baladas o poesía samvada. No se permite aquí que aparezcan sobre el escenario más de diez actores. La obra debe estar compuesta de cinco a diez actos; prakarana, encarna la línea tradicional de la representación y la religión populares. El creador puede elegir libremente la temática que desarrolla en la obra. Aunque el nayaka o héroe es aún un gran personaje de la alta jerarquía social, puede ser de menor rango que el del tipo nataka: un brahmín importante, un ministro o un canciller, e incluso un comerciante acaudalado.
Aunque el espacio habitual de representación de las piezas es el aristocrático-cortesano, los actores eran en general de extracción social inferior. De hecho, era un tabú que brahmanes e incluso kshatryas de alto rango se convirtiesen en actores de teatro, tabú que continuará existiendo en la India hasta principios de este siglo. Ya hacia el X A.D., los actores constituían un grupo social diferenciado, el de los charanas. En un texto budista se la aconseja a un marido quejoso por haber sido abandonado por su esposa, que indague entre los charanas, pues ellos, debido a su vida por profesión errante, podrían seguramente informarle acerca del paradero de su amada .
El drama se estructura sobre el sistema de personajes siguiente:
a) Nayaka ------------------ Nayika (heroína): Mantienen en lo fundamental una relación armónica, aunque basada en la subordinación de ella a él. El nayaka es un hombre arquetípico: apuesto y valiente, podría decirse que en lo fundamental su “areté” es homérica. Es un ente ideal que ni en su mente comete hechos censurables. Esto lo hace ser, a diferencia del héroe griego siempre en pugna con el Deber y con el Destino, casi del todo insípido.
b) Nayaka ------------------- Pratinayaka o antihéroe, el villano del teatro sánscrito. Es curioso señalar que en el teatro de Kalidasa, este personaje no aparece en cuanto tal, sólo los demonios o asuras eran enemigos del rey, tanto como lo eran de los seres sátvicos en general.
c) Nayaka --------------------- Vidusaka o bufón. Esta relación se basa en la superior condescendencia del héroe kshatriya a las torpezas y estupideces del bufón, que es representado como un brahmín feo y desagradable, muy imprudente además, cuyas principales obsesiones son la comida, el ocio y la charlatanería; pero es en el fondo un amigo y de buen corazón, poco más que un perro.
d) Nayaka --------------------- Vita, amigo culto del rey, pero muy superficial que recuerda algo al parásito de la comedia clásica griega. Tampoco aparece este personaje en los dramas de Kalidasa.
e) Nayika ---------------------- Doncella. Es una relación muy arquetípica, poco interesante. La segunda siente por la primera un cariño maternal. La primera respeta y quiere a la segunda como a una madre. Sería interesante analizar la función semiológica precisa que pueden tener estas relaciones arquetípicas en el contexto semántico del drama sánscrito.
f) Nayika ----------------------- Amigas. En algunas piezas, como en Sakúntala, esta relación guarda especial importancia tanto para el discurso accional como simbólico de la obra. Las amigas de Sakúntala se llaman, por ejemplo, Anasuya y Priyamvada. El primer nombre significa “la que no siente envidia”, el segundo “la que dice lisonjas”¨ .
Algunos de estos personajes, como decíamos más arriba, no aparecen en las obras de Kalidasa, mientras que otros son perfilados asombrosamente tomando en consideración su posición, secundaria, como los monjes que conducen a Sakúntala a la presencia del rey, o la propia doncella que Kanvas envía como acompañante femenino.

Creadores, obras, y la relación de religión y eros en las mismas.

El primero de los creadores que nos interesa es Ashvagosha, y nos referiremos directamente a él en el marco del análisis de sus obras. La primera de éstas a que nos referiremos es Sariputraprakarana, la “prakarana” de Sariputra, conocida por referencia o por fragmentos que se han conservado hasta hoy.
Esta pieza debe haber constado de cuatro actos, y haber tenido como tema la conversión de Sariputra al Budismo. Uno de los fragmentos conocidos es de carácter alegórico, y en él se reúnen la Sabiduría (buddhi ), la Perseverancia (dhriti) y la Gloria (kirti) para alabar a Buda .
Estas obras, que deben remontarse al siglo 1 A.D., presentan aún un contenido y una función fundamentalmente religioso-propagandísticos, aunque formalmente ya se observan las reglas principales del drama clásico .
Por esta época, no se había producido aún la reconversión del Estado al Hinduismo -lo cual sucederá con Chandragupta II, en el siglo IV A.D. Se caminaba hacia el apogeo cortesano de los Gupta, pero todavía no se había llegado allí. La integración de eros y religión que puede ya apreciarse en la poesía samvada y en el culto popular, se produce aquí atenuada por la ideologética budista, que afirmaba profundamente lo trascendental. He aquí un ejemplo de lo que sería un teatro que, por su definición, estético-formal puede entenderse como clásico (con la connotación cortesana del término), y, por su función y filiación ideotemáticas, no puede denominarse propiamente cortesano, si bien tampoco todo lo contrario. En las obras posteriores el proceso se invierte, se reduce el discurso religioso “fuerte”, que es el aquí predomina, para dar paso a la temática erótica, y en otro caso política, donde lo religioso emerge en lo fundamental a través de la figuración mítica. El propio autor (Ashvagosha) se declaraba budista, descendiente de una familia de brahmanes. Debe haber nacido alrededor del año 100 A.D.
Otro creador importante es Bhasa, que vivió poco tiempo después de Ashvagosha. Su obra Pancharatra (“Las Cinco Noches”), es la primera que analizamos.
Se compone de tres actos y es del tipo samavaraka, o sea la acción se desarrolla en el cielo de Indra y se narran hechos relacionados con dioses y demonios. Su trama se deriva del cuarto parvan o capítulo del Mahabharata. Duryodhana, líder de la confederación de los kauravas, tiene la obligación de ofrecer un sacrificio al santo Drona. A fin de evitar la conflagración entre la propia familia (Duryodhana era primo de los Pandavas) debía el primero de ceder la mitad del reino a los Pandavas. El jefe de los Kauravas se reúne en consejo con los suyos y acuerdan hacerlo bajo la condición de que dentro de cinco de cinco noches (de aquí el título de la obra) se descubriese la residencia de los Pandavas. Drona da su consentimiento aunque muy a disgusto. Por entonces corría ya el tiempo de amonestación de los Pandavas y parecía imposible poder, en tan corto tiempo, develar el paradero de los mismos. Contra lo esperado, y a pesar de las múltiples dificultades que se presentan, esto se logra .
Aunque no es precisamente el tema erótico el que signa este drama, consideramos que, por su referencia a la política, valía la pena traerlo a colación. Es interesante observar la solución que se da al conflicto de Pandavas y Kauravas: a diferencia de lo que ocurre en la fuente literaria de que deriva el tema, aquí se llega a una solución negociada, lo cual señala al nivel de conciencia política que se había alcanzado en las cortes indias, donde la voluntad diplomática domina y se impone al espíritu guerrero. A partir de este momento, muchas obras dramáticas tendrán la misma moraleja política, y vendrán a ser , más que a la guerra según la vieja costumbre, una apología a la capacidad diplomática del Estado.
Del mismo Bhasa presentamos la obra Pratimanataka, lit. “Drama de la imagen”.
Un tratamiento del erotismo, aunque de manera más bien indirecta y superficial, se perfila ya en este drama. Este, a diferencia de los ya mencionados, toma su sujet no del Mahabharata sino del otro poema épico, el Ramayana. Se compone de siete actos y se desarrolla sobre los parvan II y III del texto referido. El tratamiento por parte del autor es, sin embargo, muy libre, y subraya elementos y circunstancias que no aparecen destacados en la fuente referativa. En el Ramayana el sabio Bharata acusa a Kaikeyi de haber sido culpable, por su deseo incontrolable, del destierro de Rama. Bhasas, por su parte, procura justificar el comportamiento de Kaikeyi y arrojar sobre ella mejor luz; con lo cual la exoneraría de gran parte de su supuesta culpabilidad. Es sin dudas la mirada del hombre del mundo y no del asceta, el condenador de la mundanidad. A diferencia del Mahabharata, el Ramayana (compuesto después del primero) desarrolla un tema de por sí erótico: la relación de Rama y Sita, su obligatoria separación, el rapto de ésta por el demonio Ravanas, y su rescate final.
En la primera versión del poema épico, Sita, injustamente acusada de traición por Rama, pida a Indra que la tierra “la conduzca a su seno”, y así sucede, con lo cual da muestra de la doble virtud de su fidelidad al amado, y su dignidad personal. Posteriormente, y quizás producto de la ampliación del público receptor - además del habitus reafirmado en las reglas compositivas del drama de los finales no trágicos -, los amantes se reúnen nuevamente restaurada la dignidad de la ofendida esposa. En esta obra de Bhasas el secuestro de Sita se produce en los actos quinto y final. Ravana se vale de un ardid para, aprovechando la ausencia de Rama, llevar a cabo su propósito . Se trata así de una “intertextualidad” intencional que, más que señalar en Rama sus valores místicos, estructura (contribuye a hacerlo) el paradigma de las virtudes cortesanas por excelencia (en el caso del hombre, coraje y “delicadeza”, y, en el de la mujer, fidelidad y subordinación) nada menos que sobre la matriz de uno de los avataras del dios Vishnu.
Otra pieza a estudiar es el Abhishekanataka o “Drama de la Consagración”. Como se contiene en su nombre, este drama clasifica en la tipología nataka, lo mismo que el anterior. Consta de seis actos cuyo contenido se extrae de los capítulos del IV al VI del Ramayana. Aquí la dialogía de eros y religión es de particular importancia. Se produce un paralelismo fundamental entre Rama y Sita y dos deidades del panteón hindú. Rama, como se dejó ver, se define como encarnación del dios Vishnu entendido en su rol de Mahaisvara o Gran Dios. Sita, como es natural, quedará entonces identificada con la deidad Laksmi, que es el sakti o manifestación “femenina” del dios. La obra comienza con la consagración del rey Sugriva, y concluye con el ordenamiento de Sita. Lo anterior confirma el punto de vista de que Bhasas como autor dramático ocupa una posición intermedia entre la poética totalmente religiosa de Asvagosha y la consagrada al erotismo de Kalidasa.
Desde su obra Urubhanga comienza este autor a hacer uso de un lenguaje más complicado y retórico que el de las primeras piezas (Urubhanga es anterior aún a Abhishekanataka), que puede incluso ser asociado con el discurso enrevesado y formalista del kavya . A partir de este momento, Bhasas entra un nuevo período de su creación, donde el horizonte temático del discurso artístico se concentra definitivamente en lo político (niti) y lo erótico (kama). Todo el tiempo, sin embargo, Bhasas se revela como un contumaz transgresor de las normas creativas expuestas en el Natya Sashtra. En la mencionada Urubhanga, Bhima (el personaje positivo) muere en manos de Duryodhana, con lo cual se viola el precepto que obliga al creador a concebir un final feliz para su obra. En Abhsekanataka, reincide Bhasas en su costumbre de anteponer lo subjetivo-contingencial al canon, permitiendo que el personaje Valin muera sobre el escenario, ante los ojos del espectador. Más tarde, y a pesar del refinamiento que adquirían sus obras, representaría igualmente a la vista de un receptor necesariamente más selecto y aristocrático una lucha violenta: la de Krishna contra el demonio Kamsa, desobedeciendo nuevamente los preceptos damatúrgicos oficiales.
En el caso de la obra Avimakara, basada en el Gunadhyas Bhrihadkathas, el marco temático es esencialmente erótico. Se considera un ejemplar consagrado del estilo kavya.
El príncipe Avi es, debido a una maldición, transformado en un lit. “comeperros”, o sea, un individuo que pertenece a castas inferiores. El príncipe, con apariencia de paria, puede en algún momento observar cómo un elefante salvaje pone en peligro la vida de la princesa Kurangi. En el momento justo el desconocido pone a salvo a la princesa e inmediatamente, como es de esperar -ignorando ella la verdadera identidad de su salvador - se enamoran de modo apasionado. A causa del status del paria, los encuentros entre ambos deben concertarse en un lugar secreto. Finalmente todo sale a la luz y Avimaraka debe huir, si quiere ahora poner a salvo su propia vida. Lleno de desesperación, el amante se interna en una foresta en llamas dispuesto a poner fin a su agonía, mas el dios Agni -Señor del fuego - evita que sea devorado por las llamas. Para su contento, encuentra Avimaraka un anillo que otorgaba a su poseedor el don de la invisibilidad. Con este nuevo poder, regresa el príncipe al encuentro de su amada en el preciso momento en que ésta, por su parte, había igualmente decidido poner coto a sus cuitas, no a través del fuego, sino de la horca. Esta vez Bhasas, aquiescente, respeta las reglas del drama: el sabio Narada se compadece de los amantes y anula el encantamiento que pesaba sobre el príncipe. Ahora pueden ambos unirse para siempre sin obstáculos .
Avimaraka era víctima de una maldición que sólo podía provenir de un personaje de alta dignidad espiritual (en este caso un asceta). Y es un asceta quien levanta la maldición. El componente religioso sin embargo se subordina a la definición erótica de la trama. Ya estamos en presencia de una obra que ha cesado de fluctuar entre ambos campos temáticos (el religioso y el erótico) para centrarse totalmente en el segundo. Y es muy importante advertir la presencia de un serie de elementos - personajes, tipos de relaciones y actantes - que aparecerán más tarde en la obra cumbre de Kalidasa, Sakúntala. Primeramente la maldición del asceta, que se convierte en obstáculo para la realización de la unión deseada por los amantes: por otro lado, la figura actancial del anillo, que en ambos dramas cumple una función parecida, en la medida en que viabiliza la reunificación de los que la maldición - que en Bhasas toma la forma de transfiguración (metamorfosis), y, en Kalidasa, de olvido - ha separado. La posición que el factor religioso ocupa con respecto a los personajes centrales es también semejante. En Bhasas, Narada suspende el hechizo, en Kalidasa, el “santo varón” trae, en el último acto, el benéfico mensaje de Indra a Pururavas. Por último, se define el predominio de un discurso mítico-figurativo, que ofrece posibilidades estético-dramatúrgicas que guardan relación con las expectativas que el público cortesano ponía sobre el drama, a diferencia de lo que ocurría en Ashvagosha e, incluso, en el primer Bhasas.
Svapanavasavadatta (“Vasavadatta en Sueños”), es una obra que se resuelve en seis actos y que, considerada la más célebre creación de Bhasas, combina en igual medida lo político con lo erótico, que podría describirse igualmente como poseedora de una temática niti (política) que sringara (erótica). Esta doble relación es fundamental, porque va a ser el drama el género artístico que mejor reflejará ideotemáticamente el status quo de la cortesanía india. Mientras que la poesía deviene un puro malabarismo formalista, el drama, a pesar de incluir este elemento kavya, logra externar las condiciones en que se desenvuelve la vida en las cortes, que, en cierto modo, llegaron a ser - a semejanza de Europa - cortes de amour. Gran parte de la teoría estética toma como referencia concreta sobre la que construir su especulativa al teatro en cuanto abhinayam(representación), cual sucede, por ejemplo, en el propio Bharata, así como en Bhatta Lollata, Sankuka, Bhata Tota, Bhatta Nayaka, etc. . Además de que al teatro se le concedió siempre, por su carácter englobador, una posición privilegiada en este marco teórico.
Esta obra puede ser entendida como continuación de una anterior: Pratijñayaugandharayana (“El juramento de Yaugandharayana”), y aparece como “una reelaboración acrobática de este drama.” . En la obra precedente el rey Udayana logra, después de muchos peligros, casarse con Vasavadatta, hija de su enemigo Mahasena. . El ministro del rey, Yaugandharayana, considera que un segundo matrimonio de aquél, esta vez con la hermana del rey de Magadha, de nombre Padamavati, sería una estrategia políticamente conveniente.
Udayana, sin embargo, sinceramente enamorado de su presente esposa, rechaza la proposición de su ministro. Es aquí cuando Yaugandharayana, en acuerdo con la reina después de haberla convencido de la necesidad de un segundo matrimonio del rey, pega fuego al palacio de ésta. Ahora ve el ministro el momento oportuno para propagar la murmuración de que ha sido devorado por las llamas junto con Vasavadatta en el intento de salvarla, proyecto éste que encuentra el mayor éxito. En realidad, Yaugandharayana se evade en compañía de la reina, a la que presenta como su hermana, y van ambos al encuentro de Padamavati, con la que traban amistad. Para entonces Udayana cree que ha perdido ministro y esposa en el siniestro. De modo que toma la decisión de concertar su matrimonio con Padmavati. Vasavadatta, por su parte, no ofrece resistencia alguna a esta determinación; no porque no le sea doloroso, sino dejándose llevar por un sentido del deber muy en consonancia con su condición de esposa.
Después de celebradas las nupcias se llega a la escena decisiva y que da nombre al drama. Padamavati debe guardar cama a causa de fuertes dolores de cabeza, y Vasavadatta desea hacerle una visita. En el ínterin, sin embargo, Padmavati había abandonado el lecho para provocar el encuentro entre el rey y Vasavadatta. En medio del sueño aún, se dirige éste a aquélla, lo que le hace creer, después de despertar, que la ha visto en un ensueño. Después de algunos acontecimientos subsiguientes, llegan Yaugandharayana y Vasavadatta a la conclusión de que ya es tiempo de dar a conocer al rey la verdad. Las mantenidas agudeza y audacia demostradas por Padmavati habían motivado al ministro, siempre atento a los intereses del Estado - tal y como se exige en los textos sobre el tema- la conveniencia de la unión con ésta, principio al cual habría de plegarse incluso el rey, aceptando a la nueva esposa. .
Este drama no fue bien recibido en Europa, por considerarse una apología a la institución matrimonial de la poligamia. No es, sin embargo, exactamente esto lo que la obra quiere reafirmar.
Por un lado, se hace una apología del hombre a la actitud de Estado que antepone los intereses de éste a los suyos propios, y, más sutilmente, se subraya el principio cardinal de la política estatal quizás no sólo universalmente reconocido, sino practicado: “el fin del Estado justifica los medios para alcanzarlo”. Por otro lado, se elogia la actitud de Vasavadatta que, como Sita, continúa fiel a su esposo hasta el final, por considerarlo oportuno para él y sus intereses. Sin dudas, para un estamento interesado no sólo en mantener sino en expandir y consolidar su poder, estos principios son lógicamente soportes esenciales de su construcción axiológica.
El drama aparece de nuevo en una posición significante privilegiada, haciendo emerger, a través de sí, los contenidos axiales de la episteme de este grupo social. Sus productos aparecen marcados por estos a priori determinatorios como por un fatum, un ethos que, desde los fundamentos de la formación cultural, ofrece y limita las posibilidades axiológicas y epistémicas de que necesariamente hacen uso los usuarios culturales que en ellos moran. Estas referencias temáticas y el modo en que son tratadas por el arte dramático, “se encuentran en afinidad electiva con la estructura de las sociedades en las cuales se integran, y con la estructura de las relaciones sociales, aristocráticas o democráticas, que estas sociedades propician.” .
Se define así la utopía de tipologías ideales de relaciones y de sujetos que aparecen como condición optimizante para la instalación, conservación y expansión del mundo aristocrático. A partir de la actividad en el mundo y la voluntad de afirmación de este principio, dos son los factores que se señalan como los fundamentales: el político, que habilita la conservación de la estructura socio-cultural, y el erótico, que asegura a su vez un doble fin: la existencia misma del grupo, por su vinculación a la función generativa del sexo -aunque en modo alguno se reduce a ella -, y la dimensión privativa del placer como uno de los objetivos del permanecer en la cultura, según los conceptos de la cortesanía india.
Para que estos fines se consigan, se precisa de ciertas condiciones socioculturales que constituyen atributos fundacionales del grupo que ve en ellos sus posibilidades de realización. Sin dudas un modo de vida basado en la dialéctica de placer y poder, requiere condicionamientos materiales y espirituales precisos; así se conforma un campo cultural que logra aprehender valores y significaciones fundamentales como la proyección de sí mismo, y por tanto como los constituyentes elementales de su identidad. A partir de aquí se crean relaciones como de raíz a árbol, o sea matrices de contenidos culturales que se hacen patentes en los productos de la cultura que toman cuerpo en dicho campo. El teatro emerge como una creación beneficiada, si por “beneficio” se entiende ser representación directa de una región fundamental de la cultura india clásica, que es la que constituye la aristocracia cortesana.
Podemos decir en este sentido con Bordieu, en términos más teóricos, que

“Del mismo modo que los lingüistas acuden al criterio de intercomprensión para determinar las áreas lingüísticas, sería posible determinar áreas y generaciones intelectuales y culturales mediante el señalamiento de los conjuntos de cuestiones y temas obligados que definen el campo cultural de una época...”.


Las relaciones entre poder y placer, y el modo específico de interconectarse ambos elementos -fluctuante entre lo apologético del poder cortesano, y lo moralizante- constituyen atributos definitorios de un grupo que evidenciaba el apogeo de su predominio cultural. Dicho grupo se encontraba, sin embargo, necesariamente colocado en una estructura que le brinda, no sólo los contenidos y los medios de su autodefinición, sino, además, la contrapartida dialógica para que ésta se produzca como un fenómeno de fronteras precisas, en este caso el universo ascético-religioso, el “ser-para-la-trascendencia”.
Cada estamento social -como cada producto cultural- es significante de un sistema de relaciones que lo supera en extensión y en complejidad. No es, pues, desatinado decir que, la autoconciencia del grupo de los kshatryas se hace posible en el marco del diálogo con su opuesto cultural, el brahmanismo, sus derivaciones ascéticas radicales, y los movimientos heterodoxos. Este diálogo alcanza sin dudas sus fundamentos simbólicos en la contraposición de los principios del mundo y la trascendencia (como negación del “ser en el mundo”).
A partir del primero de ellos, se desgajan conceptos que le son inmanentes, como en un proceso de desintegración analítica: la actividad es el modo de “ser en el mundo”, actividad entendida como praxis, y está directamente vinculada a la dimensión corpórea del hombre: a su cuerpo. No como cuando el yoga, por ejemplo, crea una estrategia para mortificarlo, purificarlo y otorgarle una transparencia óntica en exclusivo beneficio -en última instancia- de lo espiritual, sino afirmando al cuerpo per se, complaciéndolo -aunque nunca de modo irracional- según sus necesidades, atendiéndolo como una dimensión legítima de por sí, en el sistema de valores sustentado por este grupo social.
Es por ello que son validadas aquellas actividades fundamentadoras de la condición temporal del hombre como corporeidad espiritual, afirmando su “ser en el mundo”. De estas actividades, señalamos como las más importantes la praxis política -ocupada en la permanencia ordenada del grupo como un todo en relación con el individuo-, y la praxis erótica -orientada de manera compleja a varios fines:

a) La reproducción de la especie humana y la mantención de su existencia.
b) La afirmación del placer como función intrínseca del “ser en el mundo”, pues éste se enclava en los sentidos mismos a través de los cuales el hombre se resuelve su permanencia como “en el mundo”.
c) La afirmación del placer como contrapartida respecto a los valores ascético-religiosos. Se produce una lucha por la existencia que conduce a la contradicción de contener lo negado, y de afirmarlo en el acto mismo de la negación. Se ve el placer como la no-ascesis, el mundo como la no indiferenciación, la existencia como la afirmación de lo discreto y plural sobre la trascendencia, que es la afirmación de lo continuo y lo indiferenciado.
Así, las unidades informacionales mínimas de la cultura se definen en un campo interactivo. En la cultura kshatrya predomina -para decirlo en términos de Northrop- la categoría del continuum diferenciado por sobre el continuum indiferenciado, objetivo fundamental de la práctica ascética.
En el primero, se intenta reducir la muerte, como principio de indiferenciación, a la pluralidad de la vida; en el segundo, lo que se intenta es transferir la vida como movimiento dialectal compuesto por los momentos de renacimiento y muerte a una tipología ontológica que se define en su diferencia de ambos y cada uno de aquellos.
Es por ello que, implícita en la afirmación de la trascendencia, se encuentra el principio del ser para la muerte, aunque se trata de una muerte entendida en su momento de positividad pura, o sea, como “ser indiferenciado”, en el caso del hinduismo, o en su momento de pura negatividad, como en el caso de la doctrina budista del sunyata o vacío.
La riqueza del arte indio -como la del Barroco europeo- radica precisamente en contener la dialéctica de “vida/diferenciación” y “muerte/indiferenciación”, en la medida en que esto representa una insoluble pugna, en esta cultura, de los principios de mundo y trascendencia. Ya estudiábamos anteriormente el fenómeno de transferencia estetizante que posibilita la manifestación sublimada de este proceso en términos estéticos.
Como mismo en esta creación escultórica se representa el diálogo de principios anterior, así en el arte dramático se alcanzará un clima en que la forma kavya no es tan prevaleciente como para impedir la emergencia de valores éticos y religiosos de importancia, pero no se repliega lo suficiente como para subordinarse a estos. Se tiende a un equilibrio de forma y contenido en el terreno mismo de la afirmación del ser en el mundo, donde el placer no se obceca en sí mismo, negando el deber a toda ultranza, sino que sabe cómo lograr que este se convierta en un placer no sólo moral sino igualmente corpóreo. Para esto el marco propiciatorio en términos conceptuales es la afirmación del mundo, porque, debido a que en él no se niega por principio la vida ética, ambos factores son igualmente acogidos y se habilita de este modo la posibilidad de la instalación de una armonía entre ambos.
En la historia del drama indio, un creador -y sólo uno quizás- logró dar realidad estética a esta utopía de integración mediada, en última instancia, por el predominio del elemento mundo (como placer sobre el deber, como tiempo sobre estaticidad, como multiplicidad sobre indiferenciación): Kalidasa, cuya obra debemos estudiar.

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