RELIGIONES “MINORITARIAS” Y EL DIÁLOGO ECUMÉNICO:
HACIA UNA CRÍTICA FORMAL DEL CONCEPTO.
ACEPTACIÓN Y POSIBILIDADES DE LEGITIMIDAD
Participación del Padre Atanasio Inti Yanes
Patriarcado Ecuménico de Constantinopla,
en el I Foro Nacional de Tolerancia Religiosa y Raíces Espirituales de México.
Cámara de Diputados 11 de diciembre del 2006.
I.
En el marco de nuestros esfuerzos por suprimir toda forma de discriminación, en específico la dirigida a los grupos religiosos, vamos a referirnos a aquellos grupos o confesiones que, por su condición numérica, experimentan y se enfrentan de manera especial a este fenómeno: nos referimos a las llamadas “religiones minoritarias”. Si partimos de la recta comprensión de la noción de “Trascendencia” de Dios, no cabe duda de que puede existir una infinita cantidad de expresiones histórico-religiosas, en cada una de las cuales se manifieste – siempre de manera parcial – la Esencia Inabarcable de la Divinidad. Ya san Clemente de Alejandría, en el siglo III - con intuición judía y categorías griegas- se refería al “lógos spermaticós”, o sea a la presencia de la Operación de Dios como Sentido creacional –que anunciaba la Encarnación del Logos de Dios- en toda Confesión religiosa de madurez espiritual. Ello funda sin dudas la posibilidad fenomenológica de que exista una legítima pluralidad de expresiones religiosas. Además, se presenta también el hecho de que, desde el origen mismo de la Humanidad, no ha sido posible alcanzar una plena unidad religiosa dentro de los marcos específicos de un solo Credo, sin que ello haga disminuir en lo absoluto el “impulso originario” del ser humano a la vivencia de la religiosidad.
Esto ha sido causa de abundantes derramamientos de sangre, y de la continua gestación de violencia y odios interreligiosos. Al parecer esta ansiada unidad tendrá que realizarse dentro del concepto de la “pluralidad” de Credos y opciones espirituales, a lo cual puede si duda contribuir la estructura plural y multirreligioso de nuestra sociedad actual, tal como expresó el Patriarca Ecuménico de Constantinopla Bartolomé, en una de las Homilías realizadas en esta Nación de México durante su visita el pasado mes de febrero.
Lo anterior nos conduce al problema -agudizado por los procesos propios de la “globalización multicultural” de nuestro tiempo- del reconocimiento socio-político y teológico.-antropológico de esta diversidad de Credos, y de cada Credo en particular. Existe una tendencia humana, según la cual sólo aquello que adquiere dimensiones gigantescas es digno de reconocimiento, especialmente en el área político-social. Ello se intensifica en la “sociedad de masificación”, donde las industrias de la cultura y el consumo, así como las estrategias políticas en general, requieren de la convocación de grandes números de individuos que conformen una masa, ya de “seguidores”, de “consumidores”, de “sustentadores”, etc. Por desgracia, este enfoque basado en lo que el pensador francés Michel Foucault llamaba “la monstruosidad del número”, ha permeado también en gran medida el fenómeno religioso y el modo de abordar las diferentes confesiones espirituales, las cuales, además, pueden ser reconocidas ahora como “minoritarias” o “mayoritarias”. Este hecho supone una “aprehensión meramente cibernética” del importante fenómeno de la multiplicidad de tradiciones espirituales. Este enfoque, además, revela a simple vista los límites que impone a la recta comprensión de la “legitimidad” de las confesiones religiosas.
Existen tres espejismos pseudo-lógicos que deben ser superados para una recta promoción de las religiones minoritarias. Estos son:
A) el hecho de que un credo sea “minoritario” significa que carece de “verdad”;
B) el hecho de que un credo sea minoritario significa por principio que debe “subordinarse” a los credos mayoritarios;
C) el Estado laico debe apoyar primordialmente a las “confesiones religiosas mayoritarias” y desestimar a las “religiones minoritarias”.
Es necesario que se comprenda en profundidad que las afirmaciones anteriores constituyen falsos presupuestos que obstaculizan el reconocimiento de los derechos de una denominación o confesión, por el sólo hecho matemático de contar con una “minoría” de adeptos en un determinado contexto socio-cultural. El “peso específico” de una confesión religiosa, su “horizonte de Verdad”, no pueden ser determinados de acuerdo a elementos extra-religiosos – dictados desde el ámbito académico, político, o cualquiera que sea este ámbito-, como es el grado meramente numérico de expansión de un determinado Credo en el marco de una cultura específica. De hecho, toda minoría religiosa, desde este punto de vista, debe contar con la posibilidad – en todos los ámbitos del tejido social- de obtener reconocimiento, respeto y además un tópos propio según los mismos principios legales y éticos que benefician a las llamadas religiones “mayoritarias”. Por otro lado, no debe olvidarse que todas las religiones “mayoritarias” de hoy fueron ayer sin duda religiones “minoritarias”. No debe ser motivo de extrañeza que al arribar una religión tradicional – digamos budismo o hinduismo- a destinos nuevos, a su “nuevo mundo”, encuentre al inicio una acogida moderada, dado el lógico desconocimiento de su doctrina, y el evidente extrañamiento de los usuarios culturales que se enfrentan a esta presencia antes ausente. Lo mismo sucedió, por sólo referir un ejemplo, con al presencia “nueva” de la Iglesia Católica Romana en tierras americanas después del siglo XV, o de la Iglesia Católica Ortodoxa en el mundo mediterráneo, de predominancia cultural helénica, ya de manera manifiestamente oficial a partir del siglo IV. De igual manera, al inicio Buda no era más que un sabio que, en soledad bajo el follaje de un árbol, había alcanzado el conocimiento de la verdad; sin embargo, un siglo después, la escuela budista Hinayana abarcaría prácticamente toda la India. El Islam, de igual modo, representaba una propuesta religiosa extraña a aquellos que aún practicaban un franco politeísmo en los territorios arábicos. Por último, nuestro Padre en la Fe, Abraham, recibió la Promesa en Ur de Caldea en la ignota soledad de este extraño llamado, de esta inesperada “vocación” recibida de Yahvé. Sólo generaciones más tarde quedaría perfilado el horizonte étnico-religioso del pueblo de Israel.
II.
Pero debemos enfrentar ahora, sin embargo, la otra cara del fenómeno de la aceptación y reconocimiento de las religiones “minoritarias”. Consideramos en este sentido que no por el simple hecho de que un grupo religioso se declare “religión” y presente “adeptos”, debe ser aceptado como “legítimo”, si no manifiesta en su Doctrina fundamental – independientemente de que en el marco de dicho grupo o confesión existan tendencias radicales definidas por el fanatismo- determinados Principios ontológico-antropológicos que reconocemos esenciales para la aceptación de “legitimidad espiritual” de una tradición en sentido general, más allá de ser “minoritaria” o “mayoritaria”. Estos Principios a los cuales hacemos referencia son los siguientes:
A) Que su Credo doctrinal se fundamente en y promueva la Dignidad esencial de la Persona Humana como “imagen y semejanza de Dios”; ser “trascendente” y, por tanto, autoconsciente y libre.
B) Que en ninguna de sus enseñanzas se promuevan y apoyen concepciones o actitudes que apoyen claramente cualquier forma de racismo, fanatismo religioso, forma de “lucha religiosa” supuestamente “santa”, o discriminación de cualquier índole (racial, étnica, religiosa propiamente, etc.);
C) Que de ninguna manera un Credo se proclame a sí mismo “única vía” de salvación o “religación” del ser humano con su Creador: cualquier confesión religiosa que afirme lo anterior ha de ser considerada “secta” que promueve doctrinas de lesa Humanidad, independientemente del número de “adeptos” que presente. Afirmar que una persona puede salvarse (unirse amorosamente en relación personal con Dios) sólo en una determinada religión, es en nuestra época un crimen de lesa Humanidad.
D) Que rechace la idea de que el ejercicio de la libertad de conciencia, fundado en la recta intención de encontrar la Verdad, es causa de condenación si no se corresponde con “cánones” prefijados que desconocen la sacralidad de la Persona Humana y de la conciencia individual, o las condicionan a cumplimientos legalistas, ya que ello es una blasfemia contra el Creador, que ama al Ser Humano incondicionalmente.
E) Que no considere que el “celo soteriológico” (el “deseo” de la salvación del prójimo) hacia otra persona justifica la invasión, manipulación o destrucción de su dimensión estricta e irrepetiblemente personal, pues ello constituye de facto una violación del derecho más elemental de la persona humana: su libertad de elección, el sagrario interior de su conciencia y su derecho a la “privacidad espiritual”.
F) Que rechace la idea de que la autoridad religiosa, ejercida incluso dentro de los parámetros canónicos de legitimidad que determina cada tradición espiritual para ello, otorga de suyo el “derecho” de irrespetar el ser del otro como “subordinado”, de agredir al otro en su dimensión ética y personal, de infravalorar la condición existencial y ontológica del “otro” introduciéndolo en el esquema psicológico precario e infantil de la relación “señor y siervo”, ya que ello significa una franca distorsión de la voluntad del Creador, el cual nos llama “amigos y no siervos”, siendo sin embargo el único y verdadero Señor, y a la Iglesia, la cual es el Cuerpo Místico de Nuestro Señor, y está llamada a ser dimensión trascendental de Amor y Unidad en ese amor. El Dios del Amor es reconciliación infinita, nunca intimidación, odio, ni violencia de ninguna clase. “Por sus obras los conoceréis”.
G) Que reconozca que incluso el modo de ejercerse los Misterios, Cultos o Prácticas en general de la confesión religiosa concreta, debe congeniarse con “el espíritu esencial de los tiempos”, con cada destinación epocal, y que la destinación de nuestro tiempo es la Persona, el reconocimiento y el ejercicio de su libertad individual de conciencia, sobre la base y el límite del respeto y la promoción de estas mismas condiciones en el prójimo. El hombre se forja en la Historia, en lo Histórico reconoce el ser humano su destinación. El Logos se hizo Historia. La Historia es sagrada.
H) Que reconozca que no puede haber contradicción esencial entre el “espíritu de los tiempos” (la destinación de una época) con la economía soteriológica de Dios, o sea, el Proyecto de Dios para salvar al ser humano.
I) Que promueva el diálogo abierto, crítico y sincero con otros credos, ideologías, creencias y tradiciones religiosas, pues su negación se origina en el miedo a perder la “certeza” de la propia fe y de las creencias personales, las cuales se fundan aún en el “asumir” y no en el “experimentar”. La negación al diálogo sincero, siempre que para ello se hayan creado las condiciones de apertura espiritual y seriedad intelectual, es un testimonio de miedo e inseguridad existencial. El amor y la certeza fundada en la experiencia de la Verdad crea espacios de encuentro, produce diálogo y entrega mutua en la dimensión hierofánica del lenguaje esencial, de la confianza que otorga la vecindad con la Verdad.
J) Que rechace la idea de que la “posibilidad esencial de salvación” de la persona se gesta por medio de la continua negación de las posibilidades naturales que la misma ha recibido de su Creador, y perciba que el “ser como niños” espiritual del Evangelio (Juan 3:3) no es la puerilidad psicológica, que llega a “cultivar” la actitud hostil hacia la responsabilidad personal de ser adulto y tomar decisiones individuales aunque éstas supongan riesgo vital. Ello es en sí mismo una peligrosa y grave inmadurez de espíritu, la cual destruye la creatividad, oculta aún más la imagen de Dios que es la Persona en su esencia, y genera “corderos”, en el sentido literal y burdo del término, el cual no tiene relación alguna con el ser “Cordero de Dios”, con su sentido litúrgico-soteriológico y trascendental (Juan 1:29-30).
K) Que acepte que la actitud canon-céntrica (legalista), que condena la acción libre personal y toda búsqueda fundada en la responsabilidad y la autonomía relativa (relativa sólo frente a Dios) del individuum, produce “masas” irresponsables, y garantiza el fanatismo religioso, el peor de todos los fanatismos, y niega al verdadero Dios y a Su Iglesia frente al mundo.
L) Que reconozca que intentar “educar rectamente” a través de la coacción religiosa, el temor y el sentimiento de culpa –especialmente frente a Dios-, es en nuestra época un acto que indignifica a la Persona humana y constituye un insulto al Dios del Amor, Creador de la Humanidad. “El amor perfecto hecha fuera el temor.”(I Juan, 3:18).
III.
Creemos firmemente que sólo un Credo sustentado en los Principios teológico-antropológicos anteriores –que no pretendemos haber agotado pero sí expuesto en lo esencial- puede ser reconocido sin contradicción en condición de legitimidad social y espiritual. Ello vale para cualquier Tradición espiritual, independientemente de si a un puro nivel estadístico, en relación con otros Credos dentro de un marco socio-cultural específico, se considera “minoritaria” o no. De hecho, habremos sin duda alcanzado en este sentido madurez teológica y espiritual cuando las categorías de “minoritario” o “mayoritario” resulten obsoletas e inoperantes a la hora de definir la “autenticidad”, el “derecho” o “legitimidad espiritual” de una confesión religiosa.
Por otra parte, lo anterior no pude significar la intervención indiscriminada del Estado en los asuntos puramente religiosos, como, por ejemplo, designar qué grupos religiosos deben o no formar parte de los Consejos Interreligiosos, o deben gozar de los derechos y privilegios de los grupos y tradiciones espirituales legítimas. Aquí de esta manera nos enfrentamos a un tema complejo: hasta qué punto el Estado laico debe tener derecho a determinar la aceptación o el rechazo de un grupo o tradición religiosa; y, por otra parte, hasta qué grado debe el Estado reconocer a los Consejos Interreligiosos el derecho de determinar, desde una perspectiva religioso-espiritual, y no sólo político-administrativa, la inserción o no de un grupo religioso, minoritario o no, en el marco de la categoría de “religión legítima” a nivel de Estado.
Respecto a esto puede afirmarse lo siguiente: es esencial tarea de Estado laico velar por que se cumplan y respeten a cabalidad los Derechos Universales que afectan a todo ser humano en cuanto tal, más allá de credos religiosos e ideología políticas, perfectamente definidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero no compete al Estado Laico decidir de manera unilateral y sin el consenso y consejo de las Tradiciones religiosas legítimas, cómo y cuáles deben ser los grupos religiosos que gocen de reconocimiento oficial y legitimidad espiritual y teológica. Ello debe más bien ser el resultado de un examen ejercido en primera instancia por la conciencia teológica de las religiones a la luz de la laicidad estatal y de frente al presupuesto incuestionable de nuestro tiempo: el respeto a la libertad de conciencia y a la dignidad del ser humano como persona.
Asimismo, los Consejos Interreligiosos tiene el deber de observar el equilibrio entre Doctrina religiosa y apego a los Principios reconocidos por la Ley impuesta por el Estado Laico, siempre que ésta represente los ideales que emanan del respeto irrestricto a la libertad de conciencia, al culto a la dignidad plena del ser humano, y a la libertad de ejercicio y elección religiosos.
Se trata de una interacción dialógica entre Estado Laico y Tradiciones Religiosas, la cual entendemos debe sustentarse en el diálogo permanente entre las propias Tradiciones espirituales. El diálogo interreligioso debe tener hoy preeminencia –o, por lo menos, debe acompañar siempre- al diálogo entre Estado y Religión. El Estado Laico debe aceptar la experiencia espiritual y administrativa de las diferentes tradiciones religiosas para perfeccionar su ejercicio político, de la misma manera que todo grupo religioso debe aceptar y promover la laicidad intrínseca del Estado moderno, en tanto ésta en la praxis garantiza la libre expresión de la conciencia religiosa y la libertad de diálogo y discusión teológicos, de adopción de credo y de conversión de un credo a otro.
Si bien la separación entre Iglesia y Estado laico es, desde el punto de vista histórico, un acierto, y si no puede negarse el hecho de que en la época actual ni la filosofía ni la teología, ni la Academia ni la Iglesia, determinan del todo los destinos de nuestra praxis político-cultural, también es cierto, sin embargo, que debemos reconocer que con el Estado laico per se y con la desacralización de las instituciones humanas no hemos arribado aún a un estado ideal, que la destinación humana no se realiza en formas ni en modelos político-administrativos, que la dignidad humana in acto “existe” en rigor en cuanto el hombre accede a la experiencia de su destinación en la Verdad como “dios por la Gracia”, y que no debe ser para la Iglesia -y en general para ninguna tradición espiritual que aspire a la existencia plena del ser humano como “imagen y semejanza” de su Creador- motivo de regocijo, sino de angustia y consternación, verse cada vez más reducida a la condición de ser un cuerpo “productor de valores morales” o en muchos casos a la de “consejería político-social” o “psicológica”.
Sin embargo, esta plenificación de la Humanidad no se contradice en esencia con su “ser en el mundo”, con el existir frente a las Leyes humanizadas, al Estado Laico y a las opciones de apertura que se promueven en nuestras sociedades cibernéticas. Por el contrario, el Reino de los Cielos está entre nosotros, y comienza a manifestarse en el respeto a la conciencia personal y a la libertad de decisión espiritual, así como en el ideal de una plena imbricación entre “mundo” y “trascendencia”; ideal que, a pesar de la secularización extrema –o sea, del predominio del momento del puro “ser en el mundo”- que aún domina en nuestra cultura, encuentra en la “racionalidad” abierta e interactiva de la posmodernidad el marco idóneo –en cuanto al mundo que nos hace frente “aquí y ahora” como destinación histórica- para su realización.
Para ello debemos recuperar y ejercer el sentido de la “palabra agórica”, dialógica, en la que se abre el mundo y se muestran nuestras posibilidades esenciales, y debemos además comprender que en ese “dialogar” se manifiesta un “construir”, un “pensar constructivo” que nos conduce al estado de confianza mutua, y nos coloca a la espera jubilosa del Que viene a completar la obra que nosotros hayamos comenzado.
Esto que a muchos nos parece una incuestionable obviedad, no lo es en lo absoluto en muchas partes del mundo. Sabemos de persecución y discriminación religiosas en muchas partes del mundo, incluso en casos aislados en nuestro país de México. En muchos países islámicos la conversión de una persona del Islam a cualquier otra religión se considera “apostasía” y se castiga de manera oficial –lo cual es aún peor- con la pena de muerte. Recientemente, en Afganistán, un hombre fue juzgado por un tribunal religioso y encontrado culpable de “traición al Islam” por poseer un ejemplar de la Biblia en su casa. Fue condenado a muerte, aunque su sentencia no fue ejecutada debido a la oportuna intervención de las potencias occidentales. Para ser absuelto, sin embargo, el tribunal encontró una increíble solución práctica: el sujeto fue oficialmente declarado “alienado metal”. Y, obviamente, habría que estar completamente loco para tener en casa un libro tan peligroso.
"Entre Cielo y Tierra"
Was der Alten Gesang von Kindern Gottes geweissagt,
Siehe! wir sind es, wir; Frucht von Hesperien ists!
Wunderbar und genau ists als an Menschen erfüllet,
Glaube, wer es geprüft! aber so vieles geschieht,
Keines wirket, denn wir sind herzlos, Schatten, bis unser
Vater Aether erkannt jeden und allen gehört.
Aber indessen kommt als Fakelschwinger des Höchsten
Sohn, der Syrier, unter die Schatten herab.
Seelige Weise sehns; ein Lächeln aus der gefangnen
Seele leuchtet, dem Licht thauet ihr Auge noch auf.
Sanfter träumet und schläft in Armen der Erde der Titan,
Selbst der neidische, selbst Cerberus trinket und schläft.
Hölderlin, Brot und Wein
("Lo que el canto de los antepasados predijo de los hijos del Dios,
¡Mira! Nosotros somos, nosotros; ¡es fruto de las Hespérides!
Maravillosa y exactamente se ha cumplido en los hombres,
¡Crea el que lo haya comprobado! Pero tantas cosas suceden,
Ninguna produce efecto, pues somos sin corazón, sombras, hasta que nuestro
Padre Éter haya sido reconocido por cada uno de nosotros y escuchado por todos.
Pero entre tanto viene blandiendo la antorcha del Altísimo
El Hijo, el Sirio, que desciende a las sombras.
Los bienaventurados lo ven; una sonrisa brilla desde la encarcelada
Alma, su ojo se abre todavía a la luz.
Serenamente sueña y duerme en los brazos de la tierra el Titán,
Aún el envidioso, aún Cerbero bebe y duerme.")
Este blog se concibe con el fin de promover un espacio de diálogo y encuentro, más allá, y con independencia, de opciones ideológicas, religiosas o políticas, siempre que éstas no se dirigan expresamente a la destrucción, la de-valuación sistemática o la indignificación de la persona humana.
El objetivo es manifestar, crítica y/o apologéticamente, criterios, ideas, utopías y proyectos en torno a la condición existenciaria propia del ser humano, y de todo el orden temático que de ello deriva, el cual, naturalmente, abarca todo el horizonte de la vida, la acción y el pensar humanos.
Desde la reflexión científica, la indagación filosófica, la proposición teológica, la postura política e ideológica, hasta la más espontánea expresión de la propia experiencia de "ser en el mundo"...toda esta riqueza intrínseca a la dimensión ontológica de la persona humana, constituye un contenido potencial de este blog.
El pensar: crítico y libre.
El criterio: respetuoso y personal.
La verdad: un espacio de experiencia y un camino entre "cielo y tierra", porque entre el origen (que es destino) y el destino (que es origen) habita el hombre, expuesto a sí mismo como duda, como contradicción, como terrenalidad y trascendencia. Se trata de dos dimensiones que constituyen una esencia; dos momentos que se manifiestan, sin embargo, en una prístina unidad. Sólo desde esta dimensión "entre cielo y tierra", consciente de sí a través de la mirada de Dios, puede el hombre comprender, en auténtica profundidad y sentido, su propia existencia.
Siehe! wir sind es, wir; Frucht von Hesperien ists!
Wunderbar und genau ists als an Menschen erfüllet,
Glaube, wer es geprüft! aber so vieles geschieht,
Keines wirket, denn wir sind herzlos, Schatten, bis unser
Vater Aether erkannt jeden und allen gehört.
Aber indessen kommt als Fakelschwinger des Höchsten
Sohn, der Syrier, unter die Schatten herab.
Seelige Weise sehns; ein Lächeln aus der gefangnen
Seele leuchtet, dem Licht thauet ihr Auge noch auf.
Sanfter träumet und schläft in Armen der Erde der Titan,
Selbst der neidische, selbst Cerberus trinket und schläft.
Hölderlin, Brot und Wein
("Lo que el canto de los antepasados predijo de los hijos del Dios,
¡Mira! Nosotros somos, nosotros; ¡es fruto de las Hespérides!
Maravillosa y exactamente se ha cumplido en los hombres,
¡Crea el que lo haya comprobado! Pero tantas cosas suceden,
Ninguna produce efecto, pues somos sin corazón, sombras, hasta que nuestro
Padre Éter haya sido reconocido por cada uno de nosotros y escuchado por todos.
Pero entre tanto viene blandiendo la antorcha del Altísimo
El Hijo, el Sirio, que desciende a las sombras.
Los bienaventurados lo ven; una sonrisa brilla desde la encarcelada
Alma, su ojo se abre todavía a la luz.
Serenamente sueña y duerme en los brazos de la tierra el Titán,
Aún el envidioso, aún Cerbero bebe y duerme.")
Este blog se concibe con el fin de promover un espacio de diálogo y encuentro, más allá, y con independencia, de opciones ideológicas, religiosas o políticas, siempre que éstas no se dirigan expresamente a la destrucción, la de-valuación sistemática o la indignificación de la persona humana.
El objetivo es manifestar, crítica y/o apologéticamente, criterios, ideas, utopías y proyectos en torno a la condición existenciaria propia del ser humano, y de todo el orden temático que de ello deriva, el cual, naturalmente, abarca todo el horizonte de la vida, la acción y el pensar humanos.
Desde la reflexión científica, la indagación filosófica, la proposición teológica, la postura política e ideológica, hasta la más espontánea expresión de la propia experiencia de "ser en el mundo"...toda esta riqueza intrínseca a la dimensión ontológica de la persona humana, constituye un contenido potencial de este blog.
El pensar: crítico y libre.
El criterio: respetuoso y personal.
La verdad: un espacio de experiencia y un camino entre "cielo y tierra", porque entre el origen (que es destino) y el destino (que es origen) habita el hombre, expuesto a sí mismo como duda, como contradicción, como terrenalidad y trascendencia. Se trata de dos dimensiones que constituyen una esencia; dos momentos que se manifiestan, sin embargo, en una prístina unidad. Sólo desde esta dimensión "entre cielo y tierra", consciente de sí a través de la mirada de Dios, puede el hombre comprender, en auténtica profundidad y sentido, su propia existencia.
jueves, 13 de enero de 2011
RELIGIONES “MINORITARIAS” Y EL DIÁLOGO ECUMÉNICO: HACIA UNA CRÍTICA FORMAL DEL CONCEPTO. ACEPTACIÓN Y POSIBILIDADES DE LEGITIMIDAD
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